Tanto remar para acabar muriendo en la orilla. Tanta nueva política, tanta rueda de prensa sentados en el suelo como arapahoes y tanto powerpoint con colorines para llegar al lugar del que partimos; tanto responsable de redes sociales con gafas de pasta, tanta regeneración y tanto soplo de aire fresco para volver a lo de siempre, a un pacto tácito en la derecha frente a un pacto tácito entre los que odian a la derecha, que no es lo mismo que la izquierda y menos aún que esta izquierda sanchista y líquida que se expande desde la rosa hacia sus capullos. 

Desde que PP y Vox pactaran un gobierno de coalición para Castilla y León, ya están las cartas sobre la mesa. A partir de ahora, cada persona que vote en unas elecciones debe saber que está votando o a una coalición de PP con Vox o a una coalición del PSOE con Podemos, nacionalistas, separatistas, golpistas, filoetarras y demás angelitos. Lo de la izquierda ya lo sabíamos, Frankenstein está formado, crecidito y solo puede crecer con la incorporación de Putin. Lo de la derecha, en cambio, sí es nuevo y abre un nuevo tiempo tanto para Vox como para el PP. Para Vox porque ya no podrán criticar al PP con esa saña y esa visceralidad. No es creíble tildar al PP de socialistas, progres, globalistas, cobardes, traidores y acomplejados para, media hora después, tirarse en sus brazos para apuntalar sus gobiernos. No es creíble odiar una manera de entender la política y ser su muleta. Las cosas como son: Vox ya es un socio del PP, un partido cuyos consejeros forman parte del gobierno de Mañueco y sus votantes ya votan, de modo implícito, un gobierno del PP. 

Pero, del mismo modo, el PP debe abandonar desde hoy el discurso que criminaliza a Vox y lo trata de extremista, ultra o antisistema porque con ultras no se pacta y ellos con Vox no solo pactan, sino que los mete en el gobierno. Si el PP gobierna en su peor momento es solo gracias a Vox. No solo eso: si el PP llegara a gobernar el resto de comunidades e incluso España será porque Vox lo ha permitido. 

Se acabaron las medias verdades y la gente que se rasga las vestiduras en los mítines: PP y Vox caminan juntos, como lo hacen PSOE y Podemos. Vuelve el bipartidismo, esta vez imperfecto. A un lado hay dos bocas para meter el voto, pero llevan al mismo depósito. Y al otro lado, igual, pero con más opciones. Antes, la gente de Vox estaba en el sótano de Génova 13. Eran muchos votos al PP y una influencia relativa en sus programas. Ahora se han independizado, se han mudado a la zona noble y siguen siendo muchos votos al PP, pero con una influencia decisiva. Se abre un nuevo tiempo en el que todos los partidos son populistas o socios de los populistas, que es lo mismo que decir que, en realidad, ninguno lo es. Decía El Quijote que está loco el que está solo y que una locura deja de serlo en cuanto se hace colectiva. Pues ya estamos ahí. Y mucho me temo que los que nos negamos a formar parte de ello somos solamente los nuevos antisistema. Apenas eso.

(Esta columna se publicó originalmente en ABC el 11 de marzo de 2022. Disponible haciendo clic aquí).

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