En las últimas autonómicas, el PSOE ha perdido 120.000 votos en Castilla y León. Es decir, uno de cada cuatro votantes socialistas de la comunidad ha retirado su apoyo al partido de Tudanca. Un exitazo más del sanchismo y van unos cuantos tras Galicia, la moción de Murcia, Madrid, Castilla y León y, próximamente, Andalucía. Siguen sin enterarse de nada, por supuesto, ellos siguen echando la culpa a todos menos a ellos mismos porque ellos son el progreso, la paz, el bienestar, la libertad y la alegría. Vamos que, como dice Jorge Martínez, «no falla el vestido, lo que falla es la modelo». Es decir, la gente. Y yo en la vida solo aspiro a que alguien me vea como un socialista se ve a sí mismo.

Por su parte, la suma de Podemos e IU pierde 40.000 votos, es decir, dos de cada cinco. Y qué quieren que les diga, a mí me tranquiliza pensar que en la región más grande de Europa solo hay 60.000 personas que quieran ser gobernadas por Unidas Podemos. Es un número ridículo, hay más gente que piensa que Elvis está viva. Por eso, cuando Veganzones dice que va a acabar con el virus comunista en la comunidad, a mi me parece que, en la lista de retos va justo después de terminar con las medusas de nuestros mares o con los pumas en El Bierzo. No hay nadie que quiera implantar en serio un sistema comunista en Castilla y León. 

Y si lo hubiera, si entre la multitud se encontrara a tal filón, habría que darle voz, portadas y horas de tele para que todo el mundo le escuche y pasen así definitivamente a la marginalidad que les corresponde. Vamos camino de cuarenta años de gobiernos del PP y la izquierda no es capaz de forjar una alternativa, un candidato y ni siquiera una mínima ilusión en la región. Ojo, eso es más tiempo de lo que estuvo Franco. Y lo peor es que no tiene pinta de cambiar: muy al contrario, las mayorías de derechas se refuerzan, la izquierda se debilita cada día y esto es así porque la gente lo quiere. Y enfrente no tienen a Adenauer. Pero nada, ni así. 

El PSOE se hunde y, no sé ustedes, pero yo no he oído una sola voz díscola, a un solo ‘líder’ cuestionando la idoneidad de Tudanca y su equipo, una sola corriente por ahí perdida que pida responsabilidades, que explique que el odio a Valladolid no funciona, que explique en León que el mapa autonómico está cerrado, que explique a Ferraz que lo de liberar golpistas, asociarse con filoetarras, meter a radicales de extrema izquierda en el gobierno, sentarse en una mesa de partidos con sus socios catalanes –esos que tiraban adoquines a la cabeza de la policía– para decirles a los niños y a los viejos castellanos y leoneses que son menos y que tienen menos derechos, les va a llevar a una debacle total. 

Nada de eso. Yo los veo encantados. A mi el futuro del PSOE me trae sin cuidado, pero que no haya oposición me preocupa y bastante, porque Castilla y León, como el resto de comunidades, necesita alternancia. Es algo sano, miren Andalucía. Pero, para ello, primero tienen que entender que la gente que no vota al PSOE no es porque sea idiota, fascista o porque no sepa. La gente no vota a Tudanca porque no le da la gana. Y si alguien en el PSOE tiene la menor intención de hacer oposición a un gobierno de Vox, si alguien realmente piensa que son el peligro que dicen que son y si alguien está preocupado sinceramente por la situación –cosa que dudo mucho, no hay más que verlos–, su ausencia de oposición y liderazgo pasaría de dejadez a temeridad. Y en las municipales de mayo verán que esto no ha hecho más que empezar.

(Esta columna se publicó originalmente en El Norte de Castilla el 19 de mayo de 2022. Disponible haciendo clic aquí).