
Juan Marín tiene pinta de candidato a gobernador por el estado de Massachusetts. Tiene pose sonriente, creíble y amable, como esos políticos del Partido Demócrata que sirvió no sé cuántos años en la Marina. Y además esa dupla ganadora de gafas para la vista cansada y canas estratégicas que nos hacen dar por sentada cierta sabiduría. Porque las gafas tienen que haber llegado por haber leído mucho, claro, no van a ser del Fortnite. Luego habla de sus torrijas con ese acento como de acabar de salir de Los Aparceros y te lo imaginas diciendo ‘Massachusetts’ y te das cuenta que lo más cerca que ha estado de la Marina es un día que cogió el ‘Vapor’ en El Puerto para ir a Casa Manteca. Tiene aire de haber sido tu primer jefe, ese que te encuentras años después y te pega un abrazo como un Señor Miyagi de las Marismas.
Los políticos normales no lloran. Juan no es uno de ellos, porque el otro día lo escuché roto donde Alsina, en unos minutos tensos como el trapecio de un camarero. Hay silencios que palpitan. Se emocionaba al hablar del apoyo de sus hijos, que le decían que «por fin tendrían de nuevo a un padre» y se dejaba entrever el coste personal que la política había tenido para él. Un divorcio sobrevolaba la conversación en círculos, como un quebrantahuesos cansado. Y se dolía por el excesivo castigo de las urnas. Y yo quiero decirte algo, Juan. Hay mentiras que no son verdad por más que se repitan. No, los andaluces no te han castigado ni a ti ni a Ciudadanos. El mensaje que ha mandado Andalucía es exactamente el contrario, un aplauso a tu gestión, una aprobación expresa de tus políticas y la ratificación inequívoca y por mayoría absoluta del Gobierno del que formabas parte. Lo que los andaluces han expresado es que el Gobierno de Juanma debe seguir, pero que por más que lo digan los ‘powerpoints’ de Barcelona, Ciudadanos no tiene un espacio político diferente al de este PP. Y, por lo tanto, no es útil. Y cuando un partido no es útil, no lo vota nadie.
Cuando el centro-derecha se modera y se ‘tecnifica’, Ciudadanos no tiene sentido. El PP es hoy un partido de centro reformista, moderado y de claro espíritu liberal-conservador. Es decir, el mismo espacio que Ciudadanos. Por mucho que Arrimadas piense que lo conservador es ir a misa y oponerse a los vientres de alquiler, eso no es ser conservador. Eso es ser creyente. O simplemente tener principios, no hace falta ser católico para no matar o vender a tu hijo. Ser conservador es otra cosa, es la apuesta por lo equilibrado, lo sensato, lo prudente. Y Ciudadanos es eso también. Si tu única diferencia es poder alquilar vientres, tu espacio no existe.
Si Ciudadanos quiere ser útil tiene que olvidarse de las cuatro poltronas y ser una corriente dentro del PP, ojalá que fuerte e influyente. En Ciudadanos se dio encuentro parte de lo mejor de España con parte de lo peor. Marín es de los buenos. Y los buenos siempre vuelven porque nunca se van del todo. Lo saben los andaluces. Y me temo que también sus hijos.
(Esta columna se publicó originalmente en ABC el 24 de junio de 2022. Disponible haciendo clic aquí)