Veo a esta panda de cafres gritando a Ayuso y pienso en la generación perdida. También surge de una crisis, de ese ‘crack del 29’ que pone fin a los felices veinte. Entonces, un grupo de artistas que, en parte, vienen de combatir en la Primera Guerra Mundial –diez millones de muertos– y de sufrir la Gran Depresión, se refugian en la Belle Époque parisina y en el Nueva York del jazz. Entran en contacto con Joyce, con Picasso, con Miró y con la obra de los modernistas franceses en noches de excesos llenas de talento y de más cosas. La peor generación de la historia, tras la gran guerra y un exilio, durante el hambre, el frío y el tormento de sus recuerdos, se convierte en la mejor.

Scott Fitzgerald critica el capitalismo haciendo ‘El Gran Gatsby’, Dos Passos con ‘Manhattan Transfer’ y Hemingway con ‘Por quien doblan las campanas’. Estos cafres lo hacen reivindicando democracia asamblearia, pidiendo casas gratis, escuchando reguetón, exigiendo huertos urbanos y haciéndose selfis. Aquellos querían que nadie se entrometiera en su vida; nuestros cafres piden más intromisión, menos libertad y un collar para perro lo suficientemente largo como para no ver la mano del amo. Del verde lechoso del Pernod con agua al verde alfalfa del crudiveganismo. Del arte total de la casa de Miss Stein a la charla sobre la pobreza menstrual en el espacio feminista.

Tres de ellos consiguieron el Nobel y sus influencias llegan hasta nuestros días. No sé donde llegarán estos que escrachean a Ayuso, pero me temo que, si la cosa no cambia mucho, el Princesa de Asturias no lo huelen. Hemingway se las ingeniaba para leer un libro que alguien había olvidado en un hostal. Estos tienen a su disposición una biblioteca en cada esquina y nunca la han pisado. Y se quejan de los recortes en Cultura, en vez de crear una nueva. La mejor generación de la historia, se convierte voluntariamente en la peor. Apenas veo creadores con algo que decir. Apenas veo gente con ganas de luchar, porque han crecido –hace ya doce años de la basura del 15M– creyendo que los demás les debemos algo y que la sociedad está formada por esclavos que deben mantener sus expectativas a costa de lo que sea. La generación perdida partía de la base de que nadie les debía nada y todo estaba en sus manos. Estos esperan un homenaje póstumo antes de haber empezado a crear.

España está en un momento histórico para que surja una generación que lo cambie todo desde el arte, desde la cultura y desde lo intelectual. De arriba hacia abajo, desde la élite creadora –que puede estar en cualquier capa social- hasta el cafrerío escracheante. Lo hizo el 98, lo hizo el 27, lo hizo el Siglo de Oro, lo hizo esta generación perdida y lo hicieron en Florencia. Están dejando escapar una oportunidad de dar un golpe en la mesa, tirar las pancartas como Don Quijote los molinos y ponerse a leer, a escribir y a crear. Lo que sea, pero nunca más a hacer el idiota, escrache tras escrache, fracaso tras fracaso. Primavera tras primavera.

(Esta columna se publicó originalmente en ABC el 28 de enero de 2023. Disponible haciendo clic aquí).

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