El pasado 4 de marzo, Lola Pons escribía una tribuna abierta en ABC de Sevilla titulada ‘Delibes no tiene calle en Sevilla’. Lo sé porque me pilló allí y casi se me cae el café al suelo del respingo. La leí con mucha atención, como todo lo que tiene que ver con nuestro paisano. Pero esta vez con más atención si cabe, porque, ustedes estarán conmigo en que cuando alguien habla de Delibes en Valladolid, está bien. Pero cuando encima lo hacen fuera, eso es otro nivel, te hinchas como un pavo real encima del busto de Miguel Íscar y te sientes un poco como si fueras su heredero universal. Vamos, que nos sale el ‘chauvinismo’, algo parecido a cuando estás comiendo en Logroño, pides la carta de vinos, observas bien todo lo que tienen de Rioja, escuchas las recomendaciones del sumiller y, cuando ya te lo ha explicado todo, le pides un Ribera del Duero pero con todo el cuerpo, despacito, vocalizando como delante del logopeda y recreándote en la oclusiva como si fueras Nabokov: «Ribera, luz de mi vida, fuego de mis entrañas. Pecado mío, alma mía. Ri-be-ra». Y paseas el Protos pero para que se vea bien, incluso escanciándolo para tocar un poco las narices al personal, como un católico contrarreformista sacando un Cristo de procesión en Breda.

Volvamos al tema. Lola Pons es catalana, pero desde 2003 trabaja en la Universidad de Sevilla y allí es catedrática en el Departamento de Lengua Española, Lingüística y Teoría de la Literatura. En su tribuna repasa los lazos humanos que tejiera con Sevilla «un autor tan castellano, tan vallisoletano como Delibes». Y no solo en su vida sino también en su obra, haciendo mención expresa a ‘El Hereje’ y a ‘Cinco horas con Mario’. Y concluye quejándose de que no haya allí una calle que se llame Miguel Delibes. Dice Lola: «Yo propongo que la haya, pido que la haya. Reclamo el honor de una calle para un escritor que ganó el Premio Nadal, el Premio Nacional de Narrativa y el Premio Cervantes, un autor castellano que supo dar en su gran novela histórica un sitio a la Sevilla de la heterodoxia y el protestantismo. Y pido que la calle se rotule así: ‘Calle Miguel Delibes’, para que no sepamos si se refiere al escritor Miguel Delibes Setién o a su hijo primogénito Miguel Delibes de Castro, vallisoletano porque allí nació en 1947 pero sevillano desde hace décadas». Así que también saca la cara por Delibes hijo, el gran defensor de Doñana y el «pionero del ecologismo en España». Bien, Lola.

Da gusto ver la defensa y reivindicación de Delibes que se hace fuera de Valladolid y más si viene de una ciudad tan ensimismada como es Sevilla. Simplemente pensé que ustedes deberían saberlo. Y no tengo ni idea de si podemos hacer algo, no sé cómo se puede apoyar la iniciativa y ni siquiera tengo claro quién ha de poner la primera piedra. Pero propongo un trato. Aquí nos falta una calle dedicada a Chaves Nogales, que no solo era sevillano sino, además, una firma cumbre del periodismo y de la literatura española de la primera mitad del siglo XX. Como Delibes. Y que, como Delibes, tuvo la decencia de no dejarse instrumentalizar ni por unos ni por otros. A Chaves Nogales le quisieron fusilar los dos bandos de la guerra, muestra definitiva de que estaba donde había que estar. En el mismo lugar en el que estuvo Delibes durante toda su vida. Y como no tenemos la menor idea de quien va a ganar las elecciones, le pido a los dos principales candidatos que lo den una vuelta para que, en caso de ganar, Valladolid apoye decididamente la reivindicación de Lola Pons para que Delibes tenga, por fin, una calle en Sevilla. Y, como si fuera un hermanamiento, en justa correspondencia nos comprometemos a hacer lo propio con Chaves Nogales. Sin duda alguna ellos lo merecen, lo merecen sus obras y lo merecemos los vecinos. A ver si cambiando ‘influencers’ por ‘referentes’ a algunos se les quita tanta chorrada.

(Esta columna se publicó originalmente en El Norte de Castilla el 16 de marzo de 2023. Disponible haciendo clic aquí).

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