El primer ‘Hala Madrid’ es el más difícil. Surge como un susurro, como un hilo de voz que cae al suelo, como una gotera atropellada y temblorosa, casi como un parpadeo en la glotis. Se dice muy rápido, suena como una interferencia y las cuatro sílabas salen tan precipitadas que parecen tres: «Aa-ma-drí». Luego vienen otros y ya es diferente, se va adquiriendo prestancia, se marcan los tiempos con donosura y seguridad y la ele empieza a salir directa, describiendo una elipse como un centro de Michel y haciéndose fuerte la lengua en el cielo del paladar como si todo fuera un homenaje a Sara Montiel: «Ha-la-ma-drí». La tercera y la cuarta tienen más trapío y tranquilidad, como un Cuadri en Las Ventas. Y la chulería deja paso a la madurez, pasando de ser la pesadilla del foniatra al sueño del logopeda. Son ‘Hala Madrid’ redondos, bien armados, que nacen de abajo arriba, como un manantial en Fuente del Berro. Y cada vez que surge te ordena los chakras, te alinea las vértebras y te pone el hipotálamo, el corazón y las gónadas en una sola línea recta, pura y neoclásica.

El resto ya da igual, son arpegios en las cuerdas vocales y tienen el aplomo de un tenor en La Scala. No impresionan, su vibración solo proyecta autoestima y armonía hasta que un día notas que empiezas a decir ‘Hala Madrid’ como quien da los buenos días al taxista o felicita las Pascuas a la suegra. Es un formalismo, un símbolo redundante de simpatía por el bien. Y en ese punto ya empiezan a salir como rayos de sol, como haces de luz que iluminan a la misma primavera. Y ya forma parte de ti.

Es fácil, solo se trata de empezar. Puede parecer difícil pero no lo es. El primer ‘Hala Madrid’ es un paso y forma parte del camino, tanto como el paso tres mil o el trescientos mil. Quizá, sea más torpe, como lo es siempre el primer paso de todo hombre que no quiere seguir engañándose a sí mismo. Es el paso de un novel y hay que estar dispuesto a tropezar. Pero ahí estaremos los demás, dándoos la mano si fuera necesario, hasta que podáis caminar solos y corretear por el mundo como corretea Vinicius por la banda, con la libertad que solo puede dar el hecho de saberte un niño que juega con la vida como un arcángel negro.

Tengo dicho que el Madrid no se elige: el Madrid te elige a ti. Y te elige cuando estás preparado. Algunos son llamados desde la cuna y otros, como yo, fuimos llamados más tarde. Pero es posible poner algo de tu parte, se puede convocar a las musas y empezar por decir ‘Hala Madrid’ delante del espejo, como que no quiere la cosa, aunque todavía no lo sientas del todo, al igual que se puede rezar sin fe o luchar sin convicciones. Tu primer ‘Hala Madrid’ es un punto de inflexión, algo que es a la vez premio para el puro y consuelo para el impuro. Ánimo, culés. Lo estáis deseando, muchos ya decís ‘Hala Madrid’ en privado y empezáis a vivir vuestro madridismo como si la vida fuera un navegador de incógnito. Solo os queda un pasito. Empieza por un ‘Hala Madrid’. Y termina con una enorme sonrisa.

(Esta columna se publicó originalmente en ABC el 5 de abril de 2023. Disponible haciendo clic aquí).

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