Hace cuatro años y medio comenzaba a escribir esta columna semanal en ‘El Norte de Castilla’. Venía de los campos de tierra, de escribir para el olvido y de lanzar al mar botellas con mensajes que rara vez llegaron a alguien. Entonces alguien me dio una oportunidad, creyó en mí y el resto ya se lo saben porque lo han visto con sus propios ojos. Aquí he crecido y me he convertido en columnista y en cronista. Lo he hecho desde la honradez y desde la honestidad, desde el esfuerzo y la exigencia máximas y desde el orgullo que supone escribir para mi ciudad en el mismo lugar en el que antes lo hicieron nuestros maestros. En esta columna he aprendido a escribir contra mí mismo, contra el lector, contra el pasado, contra mis lecturas y contra todo lo que me ha hecho ser como soy y pensar como pienso. He aprendido a escribir contra la querencia, contra el piloto automático, contra esa plantilla que superponer a la realidad para dibujar el perfil de tu propia mano por encima de la vida, contra el surco que el agua ha hecho en la roca para formar un caudal. ¡Como si no hubiera más opciones! ¡Como si no pudiéramos desbordarnos y defraudar a todo el mundo por defecto!

Ese es el reto. Escribir buscando el aplauso y la aprobación es sencillo, pero es una estafa. Tenemos la obligación moral de apearnos del lugar común y de lo que sabemos que quieren oír nuestros palmeros. Por eso he escrito jugándome los pitos, los abucheos y las almohadillas por parte de todos. Eso es lo que te hace mantenerte en el espejismo de libertad, de la independencia, sin ser consciente de que ser libre a toda costa te hace igual de esclavo, pero encima sin alfiles. Un columnista cobarde es como un torero cobarde. Simplemente se ha equivocado de profesión. Por eso he intentado poner una bomba en las causas y ver cómo vuela, por arte de magia, la tapa de los efectos. Hay que escribir desde el centro de la plaza, anclado a la boca de riego, sin protección, como el sexo de los noventa. Nuestra obligación no es otra que amargar el primer café al lector, que no sepan nunca por dónde vas a tirar, hacerle pensar, provocarle desde el límite del propio espectro. El resto es otra cosa, hacer guiones a tu personaje, rellenar los bocadillos de las viñetas, auto parodiarse para buscar aplausos enlatados. Pero eso no es escribir columnas. Además, todos los escritores, cuando llegamos a un medio, escribimos como creemos que el editor quiere que escribamos, sin saber que el editor, en realidad, daría una mano por encontrar a un escritor con un tono diferente a lo que ya tiene. He intentado ser ese escritor, he intentado agitar el avispero y estar al nivel que yo, como lector, querría para El Norte.

He intentado mirar lo que no se mira, criticar lo que no se critica, meterme en los charcos que se suelen evitar. Lo merece la cabecera y también sus lectores.Como contraprestación he recibido respeto, sugerencias, manos tendidas, comprensión, confianza y alguna cornada de las de espejo. Pero, entre todos, han conseguido que cuando me mire al espejo siga viendo a un impostor, pero a un impostor que se juega la bragueta desde el rinconcito que la historia me ha permitido defender en este periódico, que es mi casa. Aunque esta mesa sea siempre la misma, aunque las manos que teclean sean las mismas siempre y aunque la luz entre siempre igual por esta ventana, uno no es el mismo en cada columna. ‘El óxido de los días’ termina hoy. Pero les dejo en buenas manos: Alfonso Niño tiene todo lo necesario para que nos enganchemos a su voz, sensible, sensata, divertida, buena en el mejor sentido de la palabra y, sobre todo, radicalmente vallisoletana. Sin duda, contribuirá a hacer mejor el periódico. Personalmente, ya estoy enganchado.

En cuanto a mí, créanme que he hecho lo que he podido y lo mejor que he podido. Soy mejor persona desde que miro a mi ciudad y sé que ella, por fin, también me ha mirado. Nos seguiremos mirando mutuamente desde la página de los domingos en ‘El Norte’. Y así será mientras me lo sigan permitiendo. Como decía Camba, espero que no me hayan tomado ni demasiado en serio ni demasiado en broma. Gracias por todo. Y perdón por las molestias.

(Esta columna se publicó originalmente en El Norte de Castilla el 25 de abril de 2023, siendo la última de la serie ‘El óxido de los días’. Disponible haciendo clic aquí).

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