En la parte central de un avión de Iberia, dos hombres perdidos miran al suelo buscando un punto fijo, un refugio al que agarrarse para detener sus pensamientos, aunque sea solo durante un momento. La cabina es en realidad una elegía que une Madrid con Málaga y la escena entera parece tomada por el silencio, un silencio fúnebre y congelado que no habla porque no sabe qué decir. Esos dos hombres son José María García y Luis Herrero y van al encuentro de su mejor amigo, Antonio Herrero, que acaba de fallecer en Marbella mientras practicaba submarinismo. Ambos periodistas están en ‘shock’ y apenas logran reaccionar. 

Si la muerte de cualquier persona de 43 años es una tragedia, mucho más si ese hombre es, como Antonio, cazador, deportista, terriblemente seductor y fuerte como una roca. Y, por supuesto, la mayor estrella de la radio española del momento, con una influencia política sin precedentes, conductor de la hora de radio más escuchada del país y poseedor de unos datos de audiencia que, ya en 1992 dentro de Antena 3 Radio, fueron capaces de batir a la Cadena SER, con más de tres millones de oyentes.

Les han avisado hace apenas dos horas, volando en añicos para siempre todos los puentes de mayo. José María se tapa la cara con las palmas de las manos mientras un Luis hierático no consigue parar de darle vueltas a algo. Tras un suspiro contenido, consigue soltarlo: «Tengo que decirte algo importante, Jose. Y no sé muy bien cómo hacerlo». José María le mira, se levanta del asiento y le responde: «Vamos a la parte de atrás, tú y yo solos. Y simplemente habla, Luis». Encuentran dos asientos vacíos en la última fila y Luis lo suelta como queriendo encajar un puzle: «Quiero que sepas que ayer el presidente del gobierno, José María Aznar, nos pidió a Federico y a mí la cabeza de Antonio en una cena en el Palacio de la Moncloa. Y que si tú no estabas en aquella cena es porque, al parecer, ya le habías dicho que no a lo mismo».

Efectivamente. José María asegura que, unos días antes, el entonces secretario de Estado de Comunicación, Miguel Ángel Rodríguez, le había citado en el mismo lugar para decirle personalmente que Antonio no podía seguir en COPE ni un día más. «¿Y eso quien lo dice?», le responde García. «El jefe», dice Miguel Ángel. «¿Y quien cojones es tu jefe que no tiene huevos a decírmelo a la cara y te manda a ti de correveidile? Antonio es el tío de España que más ha hecho por el PP. Y eso, sin ser del PP. Es precisamente Antonio Herrero el que, al destapar y contar todos los casos de corrupción del PSOE, os ha llevado hasta La Moncloa. ¿Y así se lo pagáis solo porque ahora está criticando vuestros errores? Lo mínimo que se puede ser en la vida es agradecido. Y lo único que tiene un periodista es su credibilidad y su libertad. Así que, si tocáis a Antonio Herrero, nos tocáis a todos» Fin de la conversación.

El equipo de Aznar había decidido que Antonio era demasiado molesto. Y lo era no solo para el PP sino para el poder en pleno. Mario Conde –a la sazón, el banquero más importante del momento– ya había acabado con Antena 3 Radio unos años antes y, tras intentarlo durante un año, el propio Partido Popular había perdido la esperanza de ser capaz de dominar a Antonio Herrero. Por todo ello, la consigna era clara: no podía seguir en COPE, su independencia era demasiado peligrosa. Intentaron, primero con García y posteriormente con Luis Herrero y Federico Jiménez Losantos, orquestar una traición. No lo consiguieron en ningún caso. Pero la realidad es que en La Moncloa no eran los únicos interesados en callar la boca al comunicador más importante y popular del país. El PSOE había pedido también su cabeza tras unas desafortunadas declaraciones en las que comparaba a Rosa Conde con Monica Lewinsky por las que, por cierto, Antonio Herrero pidió perdón. Luis Herrero había intentado reconducir la situación con el PSOE gracias a su buena relación con Rubalcaba, de espaldas a Antonio y recibiendo una dura reprimenda por su parte al enterarse. Y, por si fuera poco, la Conferencia Episcopal también le quería fuera. El mensaje de COPE a Federico y a Luis fue claro: «Con Antonio no podemos hacer ya nada. No es posible seguir adelante con él. Pero con vosotros, sí». Luis respondió de modo rotundo: «Pues antes me verás colgando del palo mayor que traicionando a Antonio».

Luis Herrero y josé María García, reunidos por ABC para conmemorar al amigo que señoreó en las ondas, desde Antena 3 a la COPE

La realidad es que esa noche, cuando Luis y Federico salen de La Moncloa, saben que Antonio Herrero está sentenciado. Y ellos, detrás. Y, además, por parte de todos. «Carthago delenda est», dice Luis. El 1 de mayo de 1998 tuvo lugar la primera muerte de Antonio Herrero, una muerte profesional, técnica y liberticida, una mordaza coral que le dejaba a los pies de los caballos con los únicos apoyos de sus amigos y de la que, por cierto, nunca llegó a ser consciente, porque no hubo tiempo siquiera a contárselo. Y apenas unas horas después de la primera muerte, llegó la segunda, la definitiva, una muerte accidental y trágica que dejaba al país paralizado en pleno puente de mayo.

Algo se rompe

En los últimos asientos del avión y tras la confidencia, García mira a Herrero: «Quiero decirte una cosa, Luis. Me estoy planteando seriamente dejar la radio. Yo, sin Antonio, no puedo seguir». Luis se mostraba aterrado. A la desolación de haber perdido a su mejor amigo, debemos unir el hecho de que, además, sabe perfectamente tiene presente en todo momento la conversación con Aznar de la noche anterior y, que, para rematar, tiene al lado a un José María García roto diciéndole que, sin Antonio, él no sigue.

En este estado emocional devastado llegan a Marbella, abrazan a la familia, se encuentran con Federico Jiménez Losantos y se encierran juntos hasta las 4 de la mañana y lloran a un amigo desconsoladamente, sincerándose a corazón abierto, abriéndose en canal los unos a los otros y recordando todo lo que Antonio ha supuesto para ellos. «Aquella es una conversación irrepetible», dice Herrero. Recuerdan cómo los tres empezaron juntos en aquella locura que fue Antena 3 Radio, de la mano de Manuel Martín Ferrand, al que ensalzan; recuerdan a su padre, el también periodista Antonio Herrero Losada, al que algunos de ellos prometieron cuidar de su hijo hasta el final; recuerdan los años de la universidad e incluso del colegio, donde Luis y Antonio ya eran compañeros; recuerdan pasajes de toda una vida juntos, de una trayectoria paralela, de un camino lleno de dificultades y de éxitos que terminaba en ese preciso momento, como un golpe seco de bombo. «Esa noche se rompió algo muy importante y, a partir de ahí, todo fue un desastre. Ese es el momento crucial que lo cambia todo», dice Herrero. García asiente.

Pero la vida sigue. Tras un funeral multitudinario en la Colegiata de San Isidro de Madrid, con la iglesia llena y más de tres mil personas en la calle, se suceden las escenas de cariño, de dolor y los homenajes. Y llegan los cambios hasta que, un año después, García sale de COPE. Tiempo después lo harán Luis y Federico. 

Entre ellos, nunca más hablarán de este tema. Hay un manto de silencio sobre aquello, supongo que por autoprotección, pero no estoy seguro y tampoco se lo he querido preguntar. Simplemente yo sé que hay lugares de los que no se vuelve. O, al menos, no se vuelve entero.

«¿Le echáis de menos?», les pregunto. «Muchísimo», dice García. «Era mi mejor amigo. Y estoy seguro de que, con Antonio vivo, habría cosas que jamás habrían sucedido. «¿Como, por ejemplo, José María?». «Pues, por ejemplo, la soledad del entierro de Martín Ferrand». Herrero apura el café: «¿Que si le echo de menos? Mira, veinticinco años después, no hay un solo día en el que no me acuerde de él». Ambos miran al suelo, como si no hubiera pasado el tiempo y como si estuvieran, de nuevo, en aquel avión macabro. Y se hace de nuevo el mismo silencio de entonces. Aunque, con un recuerdo tan vivo y una admiración tan grande a quien cambió para siempre la radio y la dignidad del periodista, algo me dice que no llegará el olvido, que sería su tercera muerte. Puede que la única definitiva.

(Esta crónica se publicó originalmente en ABC el 2 de mayo de 2023. Disponible haciendo clic aquí).