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(El pasado se forma en el presente a través del delirio. No importa tanto lo que pasó como lo que crees que pasó. Es por eso que todo este discurso tuyo acerca de tu pasado está construido desde tu imaginación y, por lo tanto, es tu creación, es proyección desde el presente, ergo es futuro. Para creerme tu pasado tengo que dar un salto de fe, como el de Kierkegaard pero en cámara lenta y marcha atrás, porque creerte es dejarme engañar. Sé que lo que cuentas no es tu verdadero pasado, pero sé que sí son tus verdaderos recuerdos.)

– ¡Qué bello es hacerse el perdido mientras me hablas en otoño!

(Si el discurso acerca de tu pasado es una invención, tu discurso acerca de quien eres y qué es lo que te ha llevado a ser así es otra fabulación. La vida es una tómbola de luz y de color, pero en tu caso es una fábula, una fábula de la tómbola. Quiero ser el zorro, o las uvas, o la liebre)

¡Qué preciosa es tu mentira! ¡Qué elaboración tan precisa! ¡Cómo barre el viento las calles llenas de hojas!

(No sé quien eres, ni me importa. Tampoco me importa quien crees que eres. Me importa poco lo que cuentas. Puedo hacerte los coros como un juglar. El mejor historiador es el que se hizo trovador porque a la mentira del pasado unió la mentira del artista. Sigue hablando, que me interesa saber el final de este cuento, a ver cuando aparezco yo y a ver si tu visión de la escena concuerda con la mía).

– ¡Qué memoria tan prodigiosa has de tener para poder inventarte un futuro tan bonito! ¡Nunca imaginé llegar a ser así! ¡Milagro, milagro!