Teníais que ver a mi cuñado en la cena de nochebuena. Es una mezcla entre Sánchez Dragó y María Jiménez. Sabe de todo mucho más que tú. Da igual el tema: política, historia, medicina, mecánica, fútbol, cosmos. Él sabe de todo. Sabe de tu propio trabajo más que tú mismo. Pero sobre todo, sabe de enología… En concreto, de enología en casa ajena. Le gusta el vino. Mucho, he de decir. Menos el día que vas a su casa, que justo ese día, no suele tener más que agua del grifo, porque se está cuidando, el muy ratón. ¡Joder, cuídate también en mi casa, sinvergüenza! ¡Que la última vez me convenciste de que el tercer gol del Pucela al Racing era la ocasión perfecta para apretarnos las dos últimas botellas de Barón Rothschild! Vamos no me jodas, que las que tenía yo guardadas con mucho cariño para un acontecimiento especial… El día que me naciera un nieto, el día que volviera Guns n’ Roses, el día que se retire Isabel Gemio, cosas a ese nivel. Pero no un gol al Racing, cuñado. Qué miserable es…
Ahora le ha dado por decir que no come bichos adorables como el conejo. Entiendo que el lechazo y los terneros no deben forman parte de su manera de entender lo adorable, ya que esos se los come de tres en tres. Supongo que lo verdaderamente adorable para él será el cardo ese que hace mi madre, porque es lo único de toda la cena que no prueba. Dice que le sienta mal… No, no es el cardo, capullo. Es la docena de ostras, el cuarto de lechazo, la merluza a la cazuela, los canapés, el pulpo, el pan lechuguino y la botella de Pesquera que te has metido entre pecho y espalda, compadre. Que pareces un náufrago, hombre. Compórtate un poco, que mi hija cuando ve a las hienas del rey León piensa que te están imitando, macho…
A mi lo que de verdad me parecen adorables, he de admitirlo, son las gambas al ajillo, que son mi animal preferido. Y lo único que me sienta mal es el Jaggermeister ese de las narices, que es tomarme un par de ellos y entrar en una nebulosa que ni en Lluvia de Estrellas. He pensado darle mucho Jagger a mi cuñado antes de la cena, cascarle un par de kebabs, un par de botellas de sidra y meterle a la cama. Total, no se va a acordar de nada y al menos evitamos el lamentable espectáculo de las Sevillanas del Omnívoro, que es la manera que tenemos de llamar a su bochonorso cante jondo con langostinos como pendientes y la cápsula del champán a modo de monóculo. Que vergüenza, ajena, cuñado.
Eso ocurre antes de su discurso, que es tan tradicional como el del rey, pero mucho más corto. Estoy dudando si este año habrá preparado una tesis pro-Podemos o anti. Puede que nos cuente que fue él quien montó lo del pequeño Nicolás o incluso que la idea del anuncio del Navidad fue de un amigo suyo. No faltarán los clásicos del repertorio cuñadil, es decir, “el mejor pescado está en Madrid”, “yo sé sacar iPhones gratis a movistar”, “hay que aparcar en zona azul porque vienen tres fiestas seguidas”, “la Navidad es un invento de la Coca-Cola” o «la paella auténtica lleva caracoles y lo que tu haces es arroz con cosas». Y cosas así. Cuñadeces que se repiten año tras año, en cada casa española. Un año se emborrachó y bailaba el Gangham Style con mi madre. Aún se comenta en el barrio. Este año nos espera un Mannequin Challenge. Como es funcionario, tiene mucha experiencia. Escarpias.
Podría ser peor. Podría ser cuñado de Arbeloa y verle comiendo la cabeza a mi hermana con oscuras y maquiavélicas tácticas, o peor aún… de Pablo Motos. No me quiero imaginar esas nochebuenas en casa de Pablo Motos, contando anécdotas de famosos, una tras otra, y cantando villancicos llenos de sentimientos apabullantes, de mayúsculos dobles sentidos, de experimentos químicos para todas las edades y de hormigas. Las putas hormigas… Si me tocara en el amigo invisible, le compraría un palet de Raid y que se joda. Motoscefa. Pablonova. O mejor pensado la granja de Pin y Pon pero de verdad, con buitres y hambrientos San Bernardos a la espera…
Yo a pesar de todo me quedo con mi cuñado, que será un rata y no sabrá de famosos pero sabe de coches y de cosas supersecretas como los hijos bastardos del rey, los secretos del club Bidelberg, los asesinatos de la Gurtel, las marcas blancas de leche ordenadas por su relación calidad/precio y cosas así. Aunque me deje sin reservas cada vez que viene a casa. Al fin y al cabo, el hombre es un lobo para el hombre y un cuñado para los cuñados, incluso antes de serlo. Yo creo que hay personas que nacen siendo cuñados.
– ¿Qué ha sido, niño o niña?
-Señora, usted lo que ha tenido es un cuñado. Lo sé porque lo primero que me ha dicho es «No mira, te explico, el que tiene razón es Revilla, el de las anchoas».
¿No se os vienen varios candidatos a la cabeza a Cuñado del Año? ¡Os queremos, cuñados de España!
Oh por favor!! Magnífico!!
Me quedo con tu permiso con la expresión «cuñadeces» es grandiosa.
Y el cuñado que no se reconozca en este escrito..es que lo es!!