putas

La actualidad española es siempre la misma desde Fernando VII: una lucha en el barro de dos bandos de idiotas vestidos de domingo. Yo propongo colgar un gran letrero del Aneto que se pudiera leer desde los aviones y que rezara “Abandonad toda esperanza”. Así, nadie podría jamás olvidar que este pozo negruzco es la puerta principal para entrar en el infierno de Dante. A uno se le quitan las ganas de escribir. Qué demonios, a uno se le quitan las ganas de vivir. Gracias a Dios, la actualidad tiene las horas contadas.

Así, hablaré mejor de los progres puritanos, que es lo que une a ambos bandos y los vertebra. Vale para los dos y se ve en días como este, cuando hay que hablar de la legalización de la prostitución. Ambos están, por supuesto, unidos en contra de que una mujer haga lo que quiera con su propio cuerpo, por eso son puritanos. El uso libre del cuerpo propio por parte de una mujer solo es defendido por algunos para matar: a un feto, a si misma, a quien sea. Nunca para follar. Matar está bien, pero follar… eso jamás.

Follar con una mujer que no quiere follar contigo debe de ser una mierda, aunque en realidad es el pan nuestro de cada miércoles.

 – «Sí que quiere».

«Claro, claro, por eso te cobra».

La prostitución es una mierda. Otra mierda es el trabajo. Y exactamente por el mismo motivo, también lo cobramos. A mi no me gusta trabajar, ni tampoco me gusta follar con putas. El trabajo sin dinero a cambio se llama esclavitud. Follar sin dinero a cambio, se llama esclavitud sexual o puede también, en algunos casos, llamarse amor. Depende de si es o no es tu trabajo. Y depende, supongo, de tu nivel de puritanismo y de tu nivel de odio a lo que no es como tú.

Quieren meter el estado hasta en el cerebro. Quieren regular la moral privada como si fueran Dios. Unos porque no creen en él y reemplazan su lugar. Otros porque se sienten sus enviados. Quieren encadenar el pensamiento libre a la pared negruzca de sus expectativas. Nunca jamás podrán asumir que una cosa es odiar el concepto de la prostitución y otra prohibir por decreto que la gente haga lo que quiera. Es tan fácil como permitirlo, no perseguirlo y no irse de putas, si es que son capaces. ¡Dejad a la gente en paz! ¡Dejad a las putas y a sus clientes comerciar libremente con sus servicios! Y sobre todo, dad a las putas y a los hijos de las putas un futuro; y a ser posible, que ese futuro esté alejado del guetto al que en demasiadas ocasiones son expulsados: la política.

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