pendon-de-los-morados

La revuelta de las comunidades de Castilla supone, para muchos, la primera revolución liberal de la historia, nada menos que 150 años antes que la revolución francesa. La diferencia entre la nuestra y la francesa es que esta la perdimos. Y supongo que por eso, ni se celebra ni se respeta como merece. En Castilla, tuvimos razón antes de tiempo y eso –como por todos es sabido- es imperdonable. Los amigos de la libertad tenemos muchos motivos para celebrar el día de hoy, no solo en Castilla sino en todo el mundo civilizado. Los enemigos de la libertad, de los derechos individuales, de la propiedad privada, de los empresarios, del capital, de los mercados, por supuesto, estarán de luto. Pues no. Los liberales están en sus casas y la campa de Villalar tomada por estos grupos de ultra izquierda, liberticidas y antiliberales.

Castilla se rebeló y dijo que solo juraría al rey cuando el rey previamente jurara respetar los fueros y libertades de Castilla en las Cortes. Castilla se rebeló contra los impuestos exacerbados y el absoluto poder real. Una rebelión que se auto constituyó en la Junta de Ciudades y que consiguió un esbozo de constitución para limitar el poder real y dar representatividad a las cortes y comunidades. Esto en 1500. Cuando los que ahora nos dan lecciones a Castilla estaban cazando con lanzas. Lecciones a Castilla ni una.

Nosotros le llamamos Carlos V y no Carlos I por algo: porque Castilla nunca vio al rey como propio, y es algo lógico ante un rey que dio un golpe de Estado contra su propia madre, un rey que no hablaba nuestro idioma y que saqueó Castilla para financiar su imperio. No, el imperio de Carlos V no fue el imperio español. Fue su propio imperio, el de él, no el de Castilla ni el de España. El suyo. Nos expolió, nos sumió en la decadencia, y cuando nos preguntamos ahora dónde está el dinero de Castilla, el que vino de las Indias, el resultante de nuestro predominio histórico, la respuesta es clara: está en el mármol de los palacios de Viena y de todo Centroeuropa. Allí mármol, aquí adobe.

El fracaso, la derrota de los Comuneros sumió en la decadencia a Castilla y a su burguesía (los autónomos, emprendedores y empresarios de entonces). Decadencia de la que nunca jamás hemos salido. El fracaso de los Comuneros conllevó el triunfo de la monarquía de los Austrias y su saqueo sistemático de Castilla (es decir, de ambas Castillas, Madrid, Cantabria, La Rioja, Murcia, Extremadura y Andalucía; de media España). El fracaso de los Comuneros conllevó que la nobleza y aristocracia se viera reforzada y sus privilegios apuntalados. El fracaso de los Comuneros hizo que los burgueses desaparecieran y, como dice Joseph Pérez “sus hijos abandonaron los negocios para entrar en las universidades, en los cargos públicos, en las órdenes, cuando no eran tentados por la aventura colonial o militar -Iglesia o Mar o Casa Real; el ideal de la renta se convirtió en la principal preocupación de una sociedad, junto al ansia de consideración social -afán de hidalguía- y la obsesión de la limpieza de sangre, valores que ponen de manifiesto el desconcierto de una sociedad cada vez más apartada de la realidad.”

El fracaso de los Comuneros es el germen del fracaso actual de España, junto por supuesto al fracaso de la reforma luterana.  Esta –frente a lo que se cree- no es una revolución popular, sino burguesa. Empresarios plantando cara al estado. Los antiliberales de entonces estaban, por supuesto, con el rey. Hoy campan en Villalar con banderas de Cuba y de los Comuneros. Si Padilla levantara la cabeza… Y Castilla, por supuesto, desde entonces hundida. Ni si quiera somos una nacionalidad histórica, manda cojones. Y jamás lo seremos. Tuvimos nuestra oportunidad de cambiar la historia y la perdimos. Aquí tenemos las consecuencias. Beban por ellos con banderas de Grecia, que nuestros morados pendones viejos seguirán guardados unos cuantos siglos más.

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