Sobrevivir, aferrarse a la vida, es –entre otras cosas- besar el despertador, dedicar poemillas pastoriles a los lunes, bendecir la colada de la ropa blanca sobre la que quizá caerá alguna gota de lluvia sucia. Vivir es unir el destino de uno al del gris lento del asfalto en tardes como esta. Aferrarse a la vida es aferrarse a Montoro, brindar por Cristóbal. Los muertos –en su penoso vagar- lloran por este tipo de cosas, por no poder tener un pasado que contar a un funcionario triste ni una carpeta amarillenta que llenar con recibos de la última década.
Sobrevivir, aferrarse a la vida, es tomar un té detrás de otro en Embassy, como un yonqui; es tomar una caña –solo una- en Tirso, vestido como un dandy. Si la condición humana es sobrevivir tocando los cojones a los demás, toquémosles con arte outsider, con suerte de suplente, despistemos a los voyeurs, provoquemos arritmias a los subsecretarios, a los vicerrectores, a los afeitados extremos, a las farmaceúticas de guardia.
Mi tiempo es tiempo de cadáveres aferrados a la vida. Utilizar un instinto como el de supervivencia para la vulgaridad es desperdiciar el instinto. El instinto y el talento, para el que lo trabaja, que para cosas vulgares ya está la muerte, que es negación de talento y es más gris que el carburo de la mañana en las minas. Mi tiempo huele a naftalina y a sala de espera. El mundo está sucediendo mientras bajamos la cara a la vida por no poder aguantarle la mirada cuando nos cruzamos con ella por las calles de cualquier lugar donde no pasa nada. Hay que educar la mirada para la belleza. La invención de la belleza es primero y su descubrimiento en la realidad, después. Están pasando cosas, pero sólo nos daremos cuenta cuando nos las interpreten; cuando alguien las aísle, las sintetice y las ponga nombre; cuando alguien analice la anatomía de nuestro tiempo y extraiga de él la geometría de la belleza oculta tras esa vulgaridad travestida de instinto. Letras oro sobre gris tumba. Nombres que brillan en la piedra final. La vida está llena de humanos y a pesar de ello -precisamente por ello- hay belleza entre tanta maleza. Comienza en España otro lunes gris.