Entiendo perfectamente que cualquiera quiera evitar el dolor a un familiar. También entendería si el padre de Marta del Castillo arrancara un día los cuatro miembros a Carcaño y dejara su cuerpo aún vivo a una manada de lobos para que terminaran el trabajo. Lo comprendo, pero no basta con comprender. Gracias a Dios no permitimos a los demás hacer cosas con las que nos identificamos solo por el hecho de identificarnos. No lo permitimos, pero además el motivo por el que no lo permitimos no es por ser rancios e insensibles sino por lo contrario, por sutileza, por inteligencia y por sensibilidad frente a la oscura barbarie y salvajismo de la venganza privada.
Por el mismo motivo exactamente, nadie debe poder elegir cuando acaba la vida de nadie, porque esa vida no nos pertenece. Todos entendemos la decisión, pero entender –de nuevo- no es suficiente y ni si quiera es mejor que no entender. Lo contrario a esto implicaría que las leyes se hicieran por identificación y para un caso concreto –el llamado derecho penal de autor- o algo aún peor: que los jueces quisieran impartir justicia, JUSTICIA, dicho así con toda la bocaza abierta. La justicia es una palabra muy grande para un juez; mucho mejor que se limiten a aplicar la ley y lo único que administren sean sus fincas o medicamentos vía oral. Además, una cosa es desenchufar (eutanasia) y otra matar a alguien por su voluntad (suicidio asistido, es decir, homicidio).
Hay miles de personas que hoy están al lado de sus parejas o hijos en hospitales y no les matan. Y no son peores personas. No diré que son mejores, pero al menos pongamos ambas opiniones al mismo nivel. Ambas posturas son entendibles, pero siempre sobre la base de que matar está mal. Creerse Dios –o la Ciencia, para los no creyentes- para decidir cuándo ha terminado una vida y el oxígeno debe cesar de llegar al cerebro es en mi opinión no haber entendido nada de nada. Matar esta mal, pero no solo es que esté mal sino que es ilegal. Matar es ilegal. Negar el auxilio es ilegal. Negar el auxilio a un familiar es además un agravante. Administrar una dosis letal de un veneno es –para mi- una forma de matar que entenderemos mejor o peor. Espero no tener que tomar jamás esa decisión.
Estamos abriendo un melón que no lleva a ningún lugar bueno; imaginen la cantidad de suicidios supuestamente asistidos a abuelos por parte de familiares que, para cobrar la herencia, definirían el momento exacto de la muerte que más les interesara- premoriencia y conmoriencia mediante-.
Además: ¿cómo se decide esto? ¿Por mayoría simple? ¿Dos tercios de los herederos? Y peor aún: ¿por qué lo llaman muerte digna? ¿Será para hacernos pensar que su contrario es la muerte indigna en vez de la vida? ¿Hasta donde puede llegar el pensamiento mágico postmoderno? ¿Querrán prohibir la muerte, el dolor, el sufrimiento, el abandono, el desamparo y la enfermedad para prometernos un mundo donde muramos poco y bien? ¿Se extinguirán las elegías por desuso? ¿Nos querrán ofrecer esa otra orilla, esas verdes praderas con amapolas rojas donde descansar llenos de dicha y de morfina? Cosas veredes. Yo tengo dudas como todo el mundo las tiene, pero en caso de duda siempre conviene ponerse del lado de los derechos humanos (la vida, que no siempre es fácil). Por otra parte, en caso de dudas mantengo que conviene ver cuál es la postura de los Bardem para adoptar la contraria. No falla.
Creo que antes de nada habría que definir «vida». Mucho me temo que es mucho más complicado que «la sangre llegando al cerebro»… Si estoy postrado en una cama, sin control alguno sobre mi cuerpo y sin motivación para vivir, y te digo que me desenchufes, ¿quién cojones eres tú para prolongar mi tortura en nombre de los derechos humanos?…
Vida humana es lo que tiene el embrión: ADN humano vivo, y los derechos humanos son derechos fundamentales y los derechos fundamentales son inalienables e irrenunciables. Si pudieras renunciar a tu vida podrían comerciar con ella. Gracias a Dios es inviable.
No existe tal cosa como un derecho irrenunciable (pasaría a ser una obligación). Sobre el derecho a la vida, por cierto, la norma establece que «las personas no podrán ser sometidas en ningún caso a torturas o a tratos inhumanos o degradantes». Creo que apropiarse de una vida ajena entraría en esa definición.
Creo que debe repasar el concepto de derecho humano. Saludos y gracias por comentar.
Es un tema jodido. Entrar a opinar ya es de valientes, porque escribas lo que escribas o digas lo que digas nunca se consigue salir indemne, así que en primer lugar quisiera reconocer tu valor por mojarte. Yo, M me he quitado del tabaco, del alcohol y de opinar sobre el aborto, política, toros y religión porque me hacia demasiado daño todo ello, en igual medida. Te leo porque me gusta cómo escribes y eso, obviamente, no me obliga a compartir tus ideas. Tampoco creo yo que las sometas a juicio. Piensas como piensas y listo. Saludos.
Realmente me alegro de que ni hayas sentido en tus carnes aquello que tan alegremente juzgas. Te deseo que puedas seguir con esta opinión, pero ten en cuenta que existe la posibilidad de que la vida te procure un cambio radical en tu forma de pensar, por circunstancias o porque desarrolles un tu empatía hacia ciertos enfermos.
Así es Antonio. Todos podemos cambiar de forma de pensar. Incluso usted. No voy a discutir y menos de quien tiene más empatía hacia la vida o la muerte; supongo por sus palabras que Vd. está pasando por una situación difícil y le deseo lo mejor.
Gracias por tu post valiente y los comentarios. En estos últimos se demuestra que sí hay una cultura de la muerte que pone en tela de juicio la vida. La vida a secas, sin apellidos como calidad, dificultad o limitación. Si no se entiende que la vida es valiosa de por sí, y que no es propia, es difícil sustentar algún derecho pre contractual o positivo. En la facultad de Derecho lo llamaban derecho natural, claro, bastante denostado en nuestro tiempos, pero que explica muy bien que el hombre tiene un valor consustancial y anterior a las leyes redactadas o al estado. ¿Acaso se puede renunciar a la propia libertad y convertirse en un esclavo? Es cuestión de percepción como de opinión, supongo. Como veo para algunos. Quizá para ellos la libertad sea una esclavitud (no podemos dejar de ser libres. Aunque no queramos, siempre será nuestra responsabilidad). Para otros es un privilegio. Y, por supuesto, con deberes y obligaciones. Si soy capaz hoy de renunciar a la vida, ¿por qué no voy a poder renunciar a mi voto – creo que algo menos valioso – en favor de una meritocracia que decida, por cierto, quién es más útil para la “vida”? A lo mejor no tan lejano…