Yo ya sé que es mejor decir tonterías sin saber nada y echar la culpa a la derecha y a la bandera, pero vengo a decir cuatro cosas para estropear el discurso/rebuzno imperante estos días.
Primero: no es lo mismo cristianismo que cristiandad. La cristiandad es el resultado de la europeización del cristianismo y de su propagación hacia el oeste desde su oriente natal. En este proceso de expansión, el cristianismo se adapta a los usos y costumbres del territorio al que llega, a Europa. Lo hace Coca-Cola, ¿no lo va a hacer la religión?
Del mismo modo y en sentido contrario, cerca del lugar en el que nació el cristianismo, nace el Islam seis siglos después, y nace como la voz de los orientalismos frustrados en el proceso de occidentalización del cristianismo. Es decir, el Islam surge como contraposición a la cristiandad, no al cristianismo. Está en su germen: el Islam nace contra lo occidental.
Sucede que el Islam no tiene fronteras, como si lo tiene la cristiandad. El Islam es apátrida en su origen, nace entre las arenas desierto y llega a todas partes precisamente porque no es de ninguna, como el viento zapateril. Europa –la cristiandad- sí que tiene fronteras y patriotismos locales acostumbrados a defenderse los unos de los otros mientras miran de reojo a Roma, que, por entonces, ya no se miraba a si misma sino que miraba a la cuna, a la Tierra Santa de la cual emerge su pontificia legitimidad.
Por todo ello, las Cruzadas no fueron un asunto religioso, sino de alta política. No se trata, como quieren hacernos creer algunos iletrados, de matar a moros por no abrazar el cristianismo. No. Se trataba de que la cristiandad era una única nación, una nación en guerra cuyo frente estaba en Tierra Santa.
Los estados-nación no nacen hasta el siglo XVII y esto era el primer sentimiento de unidad supratribal. Se trataba de un levantamiento popular –sobre todo la primera cruzada- que hizo que familias enteras se trasladaran al este a luchar, a vivir, a soñar. En las cabezas y los corazones infantiles –a nuestro mirar- de una persona que naciera en en siglo XII, Tierra Santa estaba más cerca de lo que estaba la parroquia del pueblo de al lado. Mientras duró, la cristiandad no solo fue una nación. Fue una ciudad sitiada.
Por eso surge el arte cristiano: como manera de tocar las narices al Islam. Nada ha sido tan efectivo para la creación de imágenes que los propios iconoclastas. Incluso me atrevería a decir que el trato caballeresco hacia las mujeres surge como manera de enervar a quienes le niegan a la mujer incluso la posesión de un alma. La herejía del culto a María surge –creo, o quiero pensar- como manera de escupir en la cara al Islam: adoración a un ídolo y encima, mujer, delante de quienes no tenían esposas si no esclavas. Si habéis pasado por Charing Cross, en Londres, veréis que la cruz que le da nombre y que ordena erigir Eduardo I está dedicada a Leonor de Castilla, su mujer, que no se sabe de dónde es pero yo me he inventado que de Burgos. Pues eso, en plenas Cruzadas, en lo que aún hoy es el kilómetro cero de Inglaterra, ponemos una cruz y se lo dedicamos a su mujer, a una burgalesa. Chúpate esa, Mahoma.
La canción de los Cruzados, el Salve Regina, era lo que los Blackfriars cantaban cada noche a la Señora de su amor. Pero de aquello ya no queda nada. Ni cruzados que defiendan a sus mujeres y las canten por la noche Salve Regina, ni mujeres que quieran ser cantadas al oído. Todo está perdido y nos van a ganar. No molesto más. Sigan matando pokemons.