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Entiendo tu sensación de camino árido y solitario. Siempre he creído que sin cruz no hay Cristo y cada uno lleva la suya como puede, sintiéndonos tremendamente solos. Pero la sensación de soledad es una sensación falsa, ya sabes que Él está ahí ayudando. No se explicártelo muy bien, pero la partida no ha terminado, por eso no entendemos los movimientos de modo aislado. Dios ayuda como quiere, no como te sale a ti de las narices. No entendemos nada y te adelanto que es absurdo intentarlo, incluso para mentes privilegiadas como la tuya.

Por ejemplo, pese a lo que yo creía, fruto de mi excesiva ortodoxia, el matrimonio no es un compromiso mío con Dios. Es un compromiso de dos personas entre ellas, ante Dios. No se puede casar uno con la idea del matrimonio. El compromiso no es con Dios, sino con el otro, y es bidireccional, por eso si uno de los dos no estuvo realmente comprometido, el matrimonio es nulo por mucho que tú estés en contra del concepto de divorcio. Cuando tú bajas la cabeza y callas, yo grito un enérgico: “¡Viva La Rota!”:

No entendemos nada, pero eso no quiere decir que nada tenga sentido. Por ponerte un ejemplo, un perro no sabe que está en una esfera gigante dando vueltas a toda leche por el universo. Pero lo está. Y creo que somos un poquito más que un perro, no vemos más que una parte de la realidad, apenas podemos experimentar ciertas densidades, pensamos de modo lineal y el tiempo es una espiral enroscada (de hecho el tiempo no existe, es solo una invención humana), vemos solo tres dimensiones, oímos ciertas frecuencias, vemos ciertas longitudes de onda. Pero el resto está ahí y no lo vemos porque somos terriblemente limitados, lo cual no quiere decir que no exista más que lo que puedes experimentar con los sentidos, como si fuéramos unos vulgares hombres de ciencia. Por cierto, si somos limitados es porque es bueno que lo seamos, si no no lo seriamos. Solo existe la perfección de Dios y creo que debemos ser más humildes y cumplir nuestra parte del trato, recorrer el camino que nos ha puesto y no hacer preguntas. Cuando vives con esperanza, tu dolor cobra sentido y entonces todo cambia, porque el dolor ya no es estación de llegada sino algo coyuntural. El cerebro humano comete fallos, como por ejemplo ver el futuro como una prolongación del presente. Pero la vida nos enseña que es falso y que todo cambia de repente. Entonces, vivir con esperanza nos prepara para llegar a ese momento en el que todo cambie. No hagas mucho el cafre, conviene llegar a ese momento vivo.

Y conviene no juzgar. Todos hemos sido a veces lo que criticamos, ¿quien no se ha dejado llevar por la frivolidad? ¿Quien está libre de volver a hacerlo? ¿Qué hay de malo en ello? No creo que seamos mejor que los que tenemos enfrente y no tener sensibilidad no es diferente a no tener inteligencia o belleza. Muchas cosas no se pueden decidir.

Pero sí que se puede decidir ser un traidor.

Y yo no creo que te haga ningún bien pasar por ahí. No porque esté mal (que lo está) sino porque al otro lado de según qué placer hay dolor y culpa, y eso te hace cada vez más pequeño. Se trata justamente de lo contrario: de ser cada vez más grande y escuchar las enseñanzas que tienes de modo instintivo. No es ser un mojigato. Es ser Steve McQueen en “El Rey del Juego”.

Cuando lleguemos al cielo nos van a recibir con una ovación que ni Pavarotti en La Scala.

Y termino.

No es que no crea en el amor, simplemente que como decía Emil Cioran, “cuando ya no se cree en el amor, aún se puede amar, igual que se puede combatir sin convicciones. Sin embargo, en uno y en otro caso algo se ha roto. Un edificio en el que la fisura equivale al estilo».

Pues este es nuestro estilo.

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