Es de noche y acabas de nacer. La ciudad está en calma, la temperatura es agradable, todo funciona como debe y aparentemente no ha cambiado nada, excepto que en realidad ha cambiado todo. Hace media hora no estabas, no dejo de pensarlo y ya no puedo dormir; se está comenzando a gestar una historia, tu historia. Si, como decía John Donne, la muerte de cualquier persona me disminuye, porque estoy ligado a toda la humanidad, cualquier nacimiento me hace más grande y por el mismo motivo, pero más aún siendo tú, que has sido un sueño en nuestros corazones desde siempre.
Hoy comienza una vida que -Dios lo permita- terminará en el siglo XXII y a mi se me ponen los pelos de punta solo de pensarlo. No sé cómo serán las cosas por entonces, pero algo me hace pensar que todo irá bien, entre otras cosas porque habrá gente como tú por allí haciendo del mundo un lugar mejor y haciendo de la vida un regalo que merezca la pena vivir, un camino que merezca la pena recorrer, una aventura maravillosa que se escribe mirando hacia delante pero que solo se comprende mirando hacia atrás, pero de momento no me hagas ni caso, céntrate en esta noche en la que junto a tus padres representas todo lo bueno y puro que cabe en un corazón que sepa callar y mirar absorto este milagro. A esta noche le sucederán otras e irás creciendo, a veces con más luz, a veces con más sombra, pero definitivamente, nunca solo. Los que ya te queremos siempre estaremos cerca. Tú silba.
El nacimiento de un niño en esta España vacía debería ser motivo de titular de apertura, pero te vas a tener que conformar con esta columna en forma de homenaje prematuro. Yo quiero que aprendas a leer con ‘El Norte’ como lo hemos hecho tantos otros antes, y no se me ocurre mejor manera de hacerlo que dándote la bienvenida aquí a tu casa. Has traído mucha alegría, hacía mucho que no veíamos tanta felicidad en el fondo de los ojos de tu padre -allá donde el negro más puro se empieza a convertir en un blanco inmaculado- ni tampoco una sonrisa tan enorme en la cara de tu madre, cuya belleza, por cierto, comienza a ser incluso excesiva. Dios es sabio.
Llegas a un lugar fantástico. Aunque a veces te surjan dudas, créeme: la vida es un sainete muy divertido y lo será mucho más rodeado de los padres que te han tocado. Fíjate, que te han puesto nombre de Papa y de reino, lo cual no tendría nada de raro, si no fuera porque tu padre es ateo y tu madre republicana. Y así todo, ya verás; paradoja tras paradoja, día tras día. Solo hay que saber mirar y has tenido suerte en el reparto. Aún así, si algún día te cansas de ellos, no pasa nada, tú me llamas que estoy preparándote una inmersión total en tus raíces, un plan holístico de dignidad castellana y, en definitiva, un rollo muy intensito, así que descansa ahora que puedes, que te lo vamos a enseñar todo y no hay tiempo que perder.
Cuando dentro de unos años te de por leer esto, no serás consciente de lo importante que ha sido esta noche. El amor y el cariño que te han dado hoy tus padres serán las raíces sobre las que crecerá un hombre feliz. En esa primera mirada en silencio, en estos primeros momentos está recogido todo. Son las raíces que no ves, pero que están y estarán siempre, como el viento, como Dios y como la vida, que se abre paso a pesar de todo. Bienvenido seas, amigo León. Y agárrate fuerte, que esto empieza.
(Esta columna se publicó originalmente en El Norte de Castilla el 2 de abril de 2019).