
Los que hemos nacido en entornos sin discriminación por razón de sexo y mucho menos sin maltrato de ningún tipo, tendemos a pensar que esta no existe. Esto es peligroso porque se empieza negando toda realidad a la que no se está expuesto y se termina por poner en duda la existencia de Australia o de los tigres de Bengala. Cuando eso sucede, el feminismo deja de ser la lucha legitima por la igualdad de toda la sociedad para pasar a identificarse exclusivamente con los delirios de Montero y de Calvo, es decir, de aquellas que se van a cargar todo un concepto justo al tratar de convertirlo en una fábrica de sectarismo partidista y de vergüenza ajena. La realidad es que nadie ha hecho tanto por el feminismo como el capitalismo y la incorporación de la mujer al mercado de trabajo que trae consigo. Es decir, los valores de la derecha.
Los que hemos nacido en entornos sin discriminación hacia los homosexuales, tendemos a pensar que esta no existe y que el Orgullo Gay es solamente una celebración de pésimo gusto, algo que, por otra parte, está fuera de toda duda. Yo detesto todas las expresiones populares de alegría callejera, todas las fiestas populares, chorizadas, paelladas, hogueras de San Juan y, de forma muy especial, el Día del Orgullo Gay. Pero que a mi no me guste no signifique que no sea necesario, no pasa nada por recordar una vez al año a la sociedad que hay poner fin a la homofobia y a la discriminación basada en la opción sexual de cada uno que, pese a lo que muchos aún creen, no es algo que se transmita por aerosoles, ni a través de un bichito, como el dengue. No se elige la opción sexual porque, como decía Cortázar, no se puede elegir en el amor, es «un rayo que te parte los huesos y te deja estaqueado en la mitad del patio». La homosexualidad no se pega al pasar por Chueca ni se evita con pines parentales. El que es gay, es gay y los demás debemos garantizar que pueda serlo en libertad, entre otras cosas, llamando cada día necios e ignorantes a todos los que les quieran curar.
El PP también tiene mucho que callar. Yo entiendo perfectamente que los gays abucheen a un partido que llevó al Tribunal Constitucional la ley del matrimonio homosexual. Gracias a Dios, esos tiempos ya han terminado y, en este tema, el PP está en otro lugar, pero desde luego, todo gesto que recuerde que aquello fue una vergüenza, es bienvenido. La derecha sensata tiene una responsabilidad enorme en concienciar a la sociedad en los valores de la tolerancia y la libertad, que no son precisamente valores de izquierdas. No deja de sorprenderme que, para algunos, la batalla cultural sea regalar todas las luchas legítimas a esa izquierda que, entre otras cosas, aún admira regímenes en los que directamente a los gays los colgaban. Vamos, que, para algunos, la batalla cultural consiste en dejarse ganar todas las guerras.
La izquierda no es España, España no es Madrid, ni Madrid es Chueca. Hay mucho que hacer, hay entornos rurales, hay entornos de pobreza, hay entornos de incultura y entornos de fanatismo donde aún existe la discriminación, aunque muchos no la veamos. Dicho de otro modo, hay entornos en los que los fundamentos liberales de nuestra Constitución, no se cumplen. Y si algo me parece absurdo es regalar el concepto de libertad a quien no cree en ella. Es decir, a la izquierda.
(Esta columna se publicó originalmente en ABC el 4 de julio de 2021. Disponible haciendo clic aquí).