He venido defendiendo durante años que, en Valladolid, el candidato natural de la derecha no es otro que Óscar Puente. Objetivamente. Es un niño bien, abogado, asiduo de la zona de Coca, educado en San Agustín, que como padre opta por la educación concertada, creyente sin complejos, defensor del pádel, aficionado a los toros, asiduo a las procesiones, hijo de autónomos, veraneante en Marbella y típico tío de derecho hasta arriba de ‘Scalpers’ y de ‘El Ganso’ que pudiendo traer alguna de las basuras que le ofrezca un manager sin escrúpulos, nos trae a Keane. No sé qué coche tiene, pero me lo imagino. Lo de la bici no se lo cree ni él. Y que le gusten esas manchas de teletubbies derretidos que se han cascado en Menéndez Pelayo, tampoco.

Pero lo anterior no es suficiente. Al fin y al cabo, es solo estética, retórica y fachada. Y un pelín de demagogia, soy consciente, pero me van a perdonar: voy tarde y hace muchísimo calor. La verdadera prueba del algodón es otra. La pista definitiva es su defensa de la austeridad, del control del gasto, de la estabilidad presupuestaria y del sentido común en el tema del soterramiento. Pilar del Olmo fue a las elecciones prometiendo un soterramiento imposible y, lo peor, sabiendo que era imposible. Valladolid no tiene recursos para hacer frente sola a un soterramiento que, por otra parte, todos vemos importante, deseable y clave para el futuro de la ciudad. Todos los vallisoletanos estamos de acuerdo excepto por un pequeño detalle: no hay dinero. Y cuando no hay dinero, un tipo de derechas no se endeuda. Uno de izquierdas sí, se endeuda, nos arruina, recibe besos en los barrios que le votan y luego se va y pasa el marrón al siguiente. Uno de izquierdas, pero además populista, hace lo anterior pero echando la culpa a Franco, al Ibex y a Israel.

En realidad, si un gobierno del PSOE endeudara a varias generaciones para acometer una obra faraónica para la que no hay presupuesto, nos los comeríamos y con razón. Eso es el populismo. Eso es la irresponsabilidad: no saber decir que no a cambio de cuatro votos. Liderar es otra cosa, liderar es llevar la contraria a la gente. El resto es pastorear. Supongo que tanto Óscar Puente como toda la corporación desean un soterramiento y, como el resto, están de acuerdo en que los gobiernos del PP y del PSOE en Madrid deberían haber hecho más.

Pero estamos en el punto que estamos y es encomiable que se planten. Y es una vergüenza que la oposición siga empeñada en imposibles en lugar de en conformar una alternativa seria de una vez que mejore lo que hay. Tiene razón Del Olmo cuando dice que el momento actual es diferente, pero estas cosas no son coyunturales, no se improvisan, esto no es como cuando te llama el banco para ofrecerte un crédito para el verano. Lo sensato y lo serio es asumir que, de momento, es inviable, lo cual no quiere decir en absoluto que se deba renunciar a ello para siempre. Puente tiene defectos, pero está defendiendo lo que, por doctrina, debería estar defendiendo el PP. ¿O en Alcalleres se han vuelto keynesianos de repente? ¿Han abrazado las políticas expansivas y yo no me he enterado? Me da a mi que, simplemente, están perdidos. Y que, en realidad, todo surge porque están celosos: por mucho que lo intenten, Puente es mucho más pijo que ellos.

(Esta columna se publicó originalmente en El Norte de Castilla el 29 de julio de 2021. Disponible haciendo clic aquí).

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