Cuando Saravia no sabe qué hacer, con el callejero espanta el fascismo. La última carpeta que ha abierto es la de fichas de fechas fachas y concluye que hay que cambiar el nombre de los barrios de Girón, Cuatro de marzo y 29 de octubre. La propuesta llega con desolación, agostidad y melancolía, como todo lo que sucede en Valladolid después de una ola de calor apocalíptica, de cielos blancos y asfalto repugnante. Aun me estoy recuperando de lo del viernes por la tarde, ese aire como de peluquería de señoras, ese olor de espanto contenido, el sol oculto tras la calima, como recordándonos lo de Annual y avergonzándose.

Decía que Saravia quiere retirar el nombre de esos barrios de nuestros cerebros, que es en el único lugar en el que existen, porque desde luego no hay un cartel en la calle Turina, como en Las Vegas, en el que ponga ‘Bienvenidos al Cuatro de marzo’ junto a las caras de Onésimo Redondo o de Ramiro Ledesma ni tampoco una estatua ecuestre de Girón de Velasco en las calles de ese cerro andaluz. Lo que sí que hay en Valladolid es una calle del Che Guevara. Supongo que Saravia estará rematando un plan para retirarlo también y cambiarlo por su antónimo: Democracia. Es interesante que los niños que allí viven no tengan que pasar por el bochorno de tener que dormir en un lugar que homenajea a un asesino que sometió a su pueblo. O mejor aún: que lo dejen. Interesa que esos niños sepan que aún hoy, desde las instituciones, algunos defienden esa ideología podrida. 

Dice Saravia que, en lo personal, va a cambiar Girón por Jirón, y me pregunto si eso es reversible, porque estaría divertido hacer cantar a Víctor Manuel que «cada verso es un ‘girón’ de piel». He de decir que, también en lo estrictamente personal, a mi me da exactamente igual que lo hagan y, desde luego, no me hace ninguna ilusión ver en mi ciudad reductos de homenajes a franquistas ni a comunistas. Pero quiero poner de relieve, que, si se trata de no homenajear a franquistas y que las víctimas del franquismo recuperen la dignidad, ni Cuatro de Marzo, ni 29 de octubre tienen nada que ver con esto. De hecho, no se me ocurre una víctima mayor del franquismo que José Antonio, al que supongo que Saravia, cuando se entere, devolverá la calle inmediatamente. Ya me dirán qué tiene de franquista José Antonio. Supongo que ahora que lo van a sacar de la tumba le afearán el hecho de dejarse asesinar y encima con la connivencia de Franco. Para Saravia, que Franco te mate (aunque sea indirectamente) te hace franquista y que Franco destruya tu partido, es decir, Falange, hace del Cuatro de Marzo del 34 una fecha franquista en diferido, supongo. La realidad es que Falange es otra víctima de Franco a la que el dictador destruyó para hacerse con el poder absoluto, acabando de paso con todos los que dudaban de su derecho a hacerlo. Lo que surgió después fue otra cosa.

Aclaro que a mí Falange no me gusta, como casi todo el siglo XX, y no me gusta fundamentalmente porque Falange fue una rama del socialismo no marxista, de corte sindicalista y muy católico, algo genuinamente ibérico, como el jamón de bellota. Yo no soy socialista, ni sindicalista ni reparto carnets de creyente, pero, sobre todo, no veo la política con ese romanticismo que tan bien funciona hoy en España en ambos sentidos. No hay nada salvable en Falange para mi, supongo que mucho para un comunista. Y digo esto pese a la innegable brillantez intelectual de José Antonio. Pero confundir a José Antonio con Franco o a Falange con el franquismo es tan idiota como, qué sé yo, confundir a ‘La Habana toma la palabra’ con un partido serio.

(Esta columna se publicó originalmente en El Norte de Castilla el 19 de agosto de 2021. Disponible haciendo clic aquí).

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