
La prueba más clara de que el feminismo ya no es igualdad es que las feministas no estén escandalizadas ante las declaraciones de la ministra de Sanidad al anunciar que va a ampliar la reproducción asistida a mujeres sin pareja, lesbianas y transexuales, para «dar derechos a quien no los tiene». Dar derechos a quien no los tiene debería significar, en este caso, dar derechos a los hombres, por supuesto. Y el feminismo (igualdad) debería luchar por ello. Pero ni rastro de dignidad, si no es la suya. A las feministas de nueva ola la igualdad no les importa absolutamente nada, han sustituido la legítima lucha de toda la sociedad por la equiparación de derechos en un delirio postmarxista en el que actúan como una clase oprimida que soñara en ser opresora. La dictadura del proletariado versión postmo.
Lo que subyace en las declaraciones de Darias es que la maternidad es un derecho y la paternidad, no. Ese es su verdadero concepto de igualdad. La decisión de procrear -y también su opuesto, es decir, abortar-, es exclusiva de la mujer y el hombre debe callar y aceptar la decisión en posición de inequívoca humillación, decúbito lateral y esguince cervical por genuflexión. Porque si la maternidad es el derecho, la consecuencia es que el hijo es de la madre y solo de ella. Ese es el concepto de igualdad (feminismo) de este gobierno, no solo para dar la vida o para quitarla, sino también para cuidarla, es decir, para la crianza en casos de divorcio, que, según defienden, solo debe ser compartida si la madre quiere. Que los niños con la madre, vaya. Están a cinco minutos de mandarlas a fregar.
Según el concepto de igualdad de este gobierno, mejor que los padres no molesten con cosas exóticas como querer criar a sus hijos y que se dediquen a sus cosas de padres, es decir, a fumar puros, a pellizcar el culo a las secretarias, a matar toros, a asar cerditos lactantes, a contaminar con sus coches diésel, a animar las internadas en la banda de Vinicius Jr., a comer chuletones sangrantes, a jalear la violencia en todas sus formas, a contaminar de todas las maneras posibles y, ocasionalmente, a maltratar galgos, a humillar palestinos, a ganar premios Planeta y a beber sol y sombras con un palillo en la boca y un gargajo en el suelo.
La paternidad es una tara fascista, un problemilla que la naturaleza trae adosado a la maternidad y fácilmente sustituible por un mix entre probeta, visitador médico y cajero automático. La decencia, según Darias, es relegar al varón a figura prescindible. Y al padre a algo insignificante. Si feminismo fuera de verdad igualdad, habría hoy feministas encadenadas en el ministerio y en todos los juzgados de familia defendiendo la paternidad en igualdad, la custodia compartida y apoyando a todos los padres que luchan por ello. Pero todo es una mentira y la lucha por la igualdad les acaba donde se acaba la partida presupuestaria.
(Esta columna se publicó originalmente en ABC el 22 de octubre de 2021. Disponible haciendo clic aquí).