O sea que Escrivá se equivoca y, en lugar de servirse el agua en el vaso, se lo sirve directamente en el hueco que hay en el atril para dejar el vaso y va el tío y se ríe, se parte de risa, acepta que ha metido la pata, logra la empatía de todo el mundo, sigue su discurso con la audiencia en el bolsillo y aquí no ha pasado nada. Y además se ‘viraliza’, sale en todos los medios, incendia las redes con cercanía y normalidad y sale ganando por el camino.

O sea, que no hace falta olfatear perros naranjas que huelen a leche -no sé qué tipo de leche beberán en La Barceloneta- ni llevar adoquines a los debates para lograr la empatía del personal y humanizar el relato, sino que es la naturalidad, la verdad y la autenticidad lo que traspasa pantallas, lo que mueve a la gente por dentro, lo que transmite, lo que emociona y, en definitiva, lo que cambia actitudes y, por lo tanto, motivaciones. En último término, votos.

O sea, que no hace falta dejarse barba ni decir chorradas de consultor senior en el ‘brunch’ o en el ‘afterwork’ del ‘casual friday’ en el ‘roof’ ‘agromenauer’ para ser un buen comunicador, que lo mejor que se puede hacer con los powerpoint es quemarlos en una pira en lo alto de las Cuatro Torres y tirárselos en forma de bola mortífera al farsante ese que te vende consignas y matrices complejísimas con un traje de Massimo Dutti, un iWatch y un pase VIP a no sé qué club privado.

O sea, que no es imprescindible moverse con ese ‘tumbao’ que tienen los guapos al caminar ni mover las caderas como un John Travolta de Ferraz ni engolar la voz y hacerla resonar en la garganta como si fueras el oráculo de la verdad, pero diciendo solo mentiras, sino que se puede ser un poco gordo, un poco feo, un poco viejo e ir por la vida diciendo la verdad, con esa cara que tiene Escrivá de haber sido tu primer jefe, esa pinta de buen hombre que lo mismo te arregla el sistema público de pensiones que te hace unos chorizos criollos en el invierno de Albacete.

O sea, que al final, después de tanta estrategia, tanto nicho electoral, tanto relatito y tanto marco mental resulta que la gente está cansada de ser solo un segmento y pide a gritos que le digan la verdad, que le traten con normalidad, que los miren a la cara como adultos y que valoran que, cuando alguien se equivoca, lo admita, sin más tonterías ni sobreactuaciones. Y que resulta que eso no solo es lo más inteligente sino también lo más práctico, lo más honesto, y lo más fácil.

O sea que vamos a llegar a la conclusión de que uno solo puede transmitir, en el mejor de los casos, lo que tiene dentro y que para sacar algo previamente tiene que haberlo metido en forma de valores, de experiencias o de conocimientos. Y que no se puede ser buen comunicador sin ser buena persona ni se puede ser buena persona si en realidad eres un majadero adulterado por un empacho de gráficos en los que todo lo bueno tiene el color del logo de tu partido.

O sea, que Escrivá ha dado una lección a todos, empezando por los suyos, que ha desnudado sin querer las vergüenzas de los que no pueden dar un paso sin catorce asesores y que, como consecuencia, su popularidad crece y ahora parece un tipo honesto. Pobre incauto. No sabe que nunca le perdonarán haber caído tan bajo. O sea.

(Esta columna se publicó originalmente en El Norte de Castilla el 28 de octubre de 2021. Disponible haciendo clic aquí).

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