
Dice Cayetana Álvarez de Toledo que «Casado no debe ceder los principios a Vox», y me temo que este es el gran problema al que se enfrenta el PP y quizá el inconsciente colectivo, no solo de la derecha sino de todo el país, incluida la izquierda, que piensa lo mismo que Cayetana en ese punto, véase, que Vox y PP comparten principios, que solo difieren en matices y en intensidades y que, al apostar por la moderación, Casado estaría traicionando el ADN del partido, que pasaría a representar y defender mejor Vox, por incomparecencia del rival. En realidad, es exactamente al revés: al diferenciarse de Vox y poner líneas rojas en algunos temas, Casado defiende los principios del PP, es decir, la moderación. Sería precisamente acercándose a las posiciones de Vox como Casado les cedería los principios al asumirlos como propios, es decir, aceptando su liderazgo intelectual y moral, que es exactamente lo que ha hecho Pedro Sánchez con Podemos e IU.
El PP es -o debería aspirar a ser- un partido de centro derecha, abierto e integrador, transversal y poco dogmático, Es decir, conservador. Porque habría que recordar que la posición conservadora es la moderada, la sensata, la prudente, la equilibrada y no la macarra, la cafre, la agresiva. Ser más intenso, más impetuoso o más ‘echaopalante’ no es ser más conservador, sino solo más vehemente. Lo que el PP debería querer conservar es la España del 78 pero con una serie de reformas que construyan una alternativa que, por otra parte, no se percibe. Y eso es porque aún no han sido capaces de formularla. El inmovilismo no es una propuesta y además deja el monopolio de la crítica al resto.
La reacción está tan lejos del espíritu conservador como lo está la revolución. No hay alternativa al futuro, progresar no es opcional y lo que estamos discutiendo es cómo queremos que sea ese progreso. En realidad, estamos hablando de «revolución contra sistema». El PP debe estar con el sistema, pero porque nos ha ido bien y nos ha dado los cuarenta años de mayor paz y prosperidad económica de la historia de España. La propuesta de Vox implica, de fondo, una enmienda al sistema, algo muy poco conservador. Por eso, es lógico que se diferencien, porque son proyectos diferentes, compatibles en algunos puntos e incompatibles en otros. Y es bueno que así sea.
Casado tiene mucha crítica, fundamentalmente de liderazgo, pero también de propuesta. Comenzó siendo el candidato de ‘la derecha’ del PP, el que iba a defender el tarro de las esencias y ahora eso ya parece no ser suficiente, porque, al ganar a Vox la moción de censura que presentaron contra él, Casado ya es, para algunos, un progre, un cobardón y un acomplejado. Si hubiera hecho lo contrario, le habrían acusado de lo mismo, de haberse dejado comer la tostada y de no haber plantado cara a Vox aceptando sin más sus políticas y sin haber conformado un discurso propio. Da igual porque lo que hay, en realidad, es un cacao intelectual y la política ya no es «derecha contra izquierda», ni es una batalla de ideas, de programas o de opciones meditadas. No es algo racional, sino una lucha maniquea e infantil en la que cada uno se siente en el bando del bien y el resto son el mal, todo el mal, el mal total y absoluto. Es la podemización del votante de derechas, que ya no lucha por sus intereses sino, en ocasiones, contra ellos.
Casado ha dado muchos bandazos y si tu ventaja es ser ‘el más duro’, en realidad no tienes ventaja, porque siempre hay alguien mas cafre, digas lo que digas. El grado de dureza no lo mide una escala absoluta sino relativa, depende de la dureza del resto. Por eso no vale, porque lo duro, no dura. Su propuesta debe ser, en mi opinión, la contraria, es decir, asumir que tiene la responsabilidad histórica de ser el candidato de la moderación, de la España sensata, la persona que tienda la mano, que hable a todos y que presente una alternativa grande, enorme, ingente, transversal, sin odio, desideologizada, que prime lo económico, la sanidad y la educación, sin macarradas y sin discursos tabernarios, diga lo que diga el resto. A la mayor parte de la derecha el cuerpo le pide otra cosa. Pero la responsabilidad se basa en no hacer lo que te apetece. Sino lo que debes. Y el tiempo se acaba.
(Esta columna se publicó originalmente en ABC el 29 de noviembre de 2021. Disponible haciendo clic aquí)