Algo tendrá Yolanda cuando la maldicen. No tengo la menor idea de qué puede ser, no logro comprender qué verán en ella, yo solo encuentro ‘paulocoelhismo’ de El Ferrol, un catálogo ‘Prêt-à-porter’ de vergüenza ajena y las tonterías de siempre haciendo la conga, unidas por la cintura y la demagogia. Solo que sonríe y por eso te recuerda a aquella amiga de tu hermana que estudiaba Historia del Arte y te decía que el mejor pescado está en Madrid. Es cierto que, comparada con Iglesias, sale ganando. Al menos, ella es educada y no tiene pinta de querer inaugurar contigo la checa ‘Spartacus’ sino más bien de preguntarte por tu hija y recomendarte unas pastillas para las migrañas. También es cierto que, comparada con Ione, con Irene y con Garzón, se sale: al lado de esas cumbres del pensamiento, cualquiera parece Adenauer.

Que Yolanda vaya a ser candidata me recuerda a cuando, en el colegio, elegíamos como delegado a un coleguita, por las risas. Luego ganaba y empezaba a sonreír como un Kennedy, estrenando ‘outfit’ y aire mesiánico. Yolanda mira igual, como si tuviera siete hermanos, doce primos y hubiera perdido la fe y la esperanza en la humanidad. Empezando por los suyos, claro. Lo que me asombra es que algunos la traten como si tuviera alguna opción o como si España se hubiera unido en secreto en un gran troleo, como cuando Chiquilicuatre. Ella sabe que no la tiene y, por eso, cuando algunos la insultan agresivamente o la tratan como si fuera peligrosa, se ha de mofar. Porque ciertos insultos y de ciertas personas son, para ella, catapultas hacia el éxito, le dan la relevancia que no tiene. En realidad, nos interesa que le vaya bien, porque eso significará que le va mal a Podemos. Los enemigos de mis enemigos, ya saben.

Pero Yolanda tiene pinta de otra cosa, de técnico local de igualdad, de alcaldesa que besa bebés y perritos, de política de las que convocan en el centro cívico cursos para reciclar cajas de leche y que cambia los nombres de las calles dedicadas a generales, reyes sádicos y santos medievales para rebautizarlas como Democracia, Solidaridad o Voluntariado. Tengo comprobado que cuando más progresista es el nombre de la calle, peor pinta se le pone a la noche. Y que cuanto más oscura es la noche, mejor suele ser la técnico local.

Dice Pablo Pombo que lo que pasa es que la derecha no está acostumbrada a que una comunista lleve mechas, visite al Papa y se vista de Uterqüe y por eso genera menos rechazo. Es la misma idea que Errejón: pelo corto, camisa por dentro, educado. ‘Uno di noi’. Los verdaderos pijos de hoy son la izquierda, y necesitan candidatos a su nivel estético, no van a poner a un minero, a un obrero y mucho menos a un agricultor, qué asco, tía. El comunismo ‘new age’ es algo que hay que poderse permitir y me temo que la verdadera clave de Yolanda es entender que la izquierda, por fin, deja de disfrazarse de obrera y se muestra tal y como es. Y con acento gallego, no acojona ni Stalin.

(Esta columna se publicó originalmente en ABC el 13 de diciembre de 2021. Disponible haciendo clic aquí).

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