Así se llamaba un disco de ‘Las novias’, pero bien podría ser el eslogan de Castilla y León a partir de mañana. Porque, después de todo lo que hemos visto, después de una campaña infinita, después de tantas expectativas y de tanto foco, «todo ha sido nada», que diría José Hierro. Si no escarbas, ‘todo sigue igual’: el PP gana, obtiene un resultado similar al que tenía y necesita pactar con un partido con parecido número de procuradores, antes Ciudadanos y ahora Vox.

Y esto sería todo si no fuera porque, en realidad, ‘nada sigue igual’. Esta calma chicha oculta un mar de fondo que lo cambia todo. Primero, porque es un fracaso de Génova y de Mañueco, que han cambiando el rabo por las orejas y pierden más de 50.000 votos. Iban a por la mayoría absoluta y se quedan lejísimos. Iban a acabar con Ciudadanos y logran ponerse en manos de Vox. Un ‘exitazo’, vaya. Y si, tal y como aseguran, el PP rechaza cualquier posibilidad de pacto de gobierno con Vox, mucho me temo que solo hay tres alternativas. 

La primera es que, tras un sainete interminable, una negociación durísima, muchas fotos de hombres descorbatados en mesas llenas de humo, filtraciones diarias y rotura de vestiduras general, Vox termine votando a favor de la investidura de Mañueco a cambio de cuatro acuerdos de cara al escaparate y venda su cesión como un acto de generosidad y patriotismo. En realidad, estaría aceptando la imposición de Casado porque le interesa dejarlo vivo. La alternativa -Ayuso- es mucho peor para ellos. Y, además, así lograría matar dos pájaros de un tiro, porque Vox no tiene ni gente ni ganas de mancharse las manos en la gestión. Castilla y León es solo un paso más de Vox hacia su objetivo, que es formar parte del gobierno de España. Y estas elecciones han servido para crear la sensación de un Vox en ascenso, exitoso, normalizado e imparable en su segmento y eso puede abrir las puertas a que suceda lo mismo en otras comunidades, en las municipales del 2023 y en las generales que ya se huelen. Vox logra tener a Mañueco en sus manos y sin responsabilidad. Es decir, ser gobierno y oposición a la vez. Lo mejor de ambos mundos. Demasiado goloso para decir que no.

Pero nunca se sabe, y la segunda alternativa es que Vox quiera la cabeza de Casado en una bandeja de plata y el camino para lograrlo sea exigir formar parte del gobierno, sabiendo que el PP nunca va a aceptarlo. En ese caso iríamos a elecciones y no tengo claro que eso le beneficie a Vox. Tampoco al PP. Por lo que surge una tercera. Si Génova es audaz y valiente -difícil- y es capaz de mantener su gallinero callado durante unas semanas -aún más difícil- Mañueco podría intentar conseguir los apoyos de UPL, Soria Ya y Por Ávila y tendría 38 votos. Es decir, Vox tendría que votar ‘No’ junto a PSOE y Podemos para evitar ese gobierno. Es posible que parte de los votantes de derechas no entiendan que se vaya a una repetición electoral porque Vox vota junto al socialcomunismo, contra un gobierno del PP. 

Comienza la batalla del relato y una nueva campaña para convencernos de quién es el malo. Aunque en realidad, el malo, al menos electoralmente, es el Partido Sanchista, que no es capaz de hacer daño a la derecha ni ante el miedo de su electorado a un Vox al alza ni ante un rival como Mañueco. Y es que esto es lo mínimo que te puede pasar en Castilla y León si pactas con Bildu, indultas golpistas y arrinconas el castellano en Cataluña. La derecha gobernará de un modo u otro y el PSOE a pagar sus pecados. Lo dicho: todo/nada sigue igual.

(Esta columna se publicó originalmente en el ‘Diario de Campaña’ de El Norte de Castilla, así como en ABC y en los diarios regionales de Vocento el 14 de febrero de 2022. Disponible haciendo clic aquí).

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