
Mi delirio favorito es ser comunista y pacifista. El cacao que vemos estos días en algunas cabezas es maravilloso, si no fuera tétrico. Ser comunista y pacifista es como ser torero y del Pacma, judío antisemita, narcotraficante contra las drogas. El comunismo es sinónimo de terror, el resultado de desnaturalizar al ser humano hasta hacer de él una basura al servicio del partido, es decir, de las élites, es decir, de ellos mismos. Es un secuestro eterno, una extrema violencia física y psíquica contra el hombre hasta que se sepa esclavo. Peor aún: hasta que ame a su maltratador y sepa que habrá de volverse contra sí mismo si una mañana se le ocurriera pensar y sentir cositas feas. Muchas de sus víctimas cuentan que creen que el dictador puede leer sus mentes, como un dios omnipresente que te odia, por lo que no es que simulen servidumbre de cara a la galería, es que acaban por exigírsela a ellos mismos para sobrevivir. La locura como proceso defensivo cuando te han quitado hasta el alma.
Pese a lo que píen estos días, la realidad vuelve tozuda: cuando vas a robar a una persona su casa o a un campesino sus tierras, la persona tiende a negarse. Y sucede que, o le pasas por encima, o no se deja. Qué cosas, la gente tiende a defenderse cuando le roban el fruto de su esfuerzo y del esfuerzo de sus padres, lo haga Putin, Hitler o Stalin. La gente tiende a ponerse nerviosa cuando les vas a matar, porque familia y propiedad son corolarios: la propiedad es el lugar donde la familia se desarrolla, el modo que tiene para entender de dónde viene y la forma de proyectarse en el futuro. Por eso, acabar con una es acabar con la otra. Y, por ello, la única manera de instaurar el comunismo en cualquiera de sus formas pasa por la aniquilación del pueblo, de la libertad, de la propiedad, de la familia y, peor aún, de la naturaleza humana.
No sé si Putin es comunista o nacionalista ultraconservador, pero me da igual, todos los cafres son el mismo cafre y todos los populismos son el mismo populismo. La cosa es que hoy solo veo defenderle a comunistas, que, tanto en Bruselas como en Madrid se ponen del lado del agresor y dicen a los ucranianos lo que dijeron a sus abuelos en aquel ‘holodomor’ en el que Stalin mató de hambre a diez millones de ucranianos. Les vuelven a repetir que no se defiendan, que se dejen asesinar por su propio bien, que se mueran sin molestar, que no se armen hasta los dientes para acabar con quienes quieren acabar con ellos, matar de nuevo a sus ancestros –su pasado–, y a sus hijos –su futuro–. No nos sorprende, sabemos lo que defienden los comunistas. Pero creo que se entiende mejor ahora por qué muchos estábamos y estamos en contra de un gobierno con miembros de Podemos y del Partido Comunista. No es compatible un partido socialdemócrata con uno comunista y lo estamos viendo. El PSOE no puede tolerar un minuto más esto.
En un entorno como el actual, no podemos tener sentados en el consejo de ministros a miembros en contra de la OTAN o aliados directamente con el enemigo. Porque no resultamos de fiar y nos estamos aislando en el peor momento. Y sobre todo porque es humillante. Han de ser cesados ya. Como dice Borrell: «nos acordaremos de aquellos que, en estos momentos solemnes, no estén a nuestro lado». Y, por si no te lo han dicho esos pelotas que tienes en Moncloa y en Ferraz, ya te lo digo yo. Pedro: lo de Borrell va por ti. Échalos.
(Esta columna se publicó originalmente en El Norte de Castilla el 3 de marzo de 2022. Disponible haciendo clic aquí).