
Se habla hoy de la influencia que haya podido tener un posible giro socialdemócrata en el éxito del PP en Andalucía. Observo cierta confusión. En España todos somos socialdemócratas: el PSOE, Feijóo, Juanma, Ayuso y hasta Vox. Por más que busco, no encuentro a nadie que diga que quiere acabar con la sanidad y la educación públicas y gratuitas, con las pensiones, con la atención a los ancianos, la protección de la infancia, el apoyo a la dependencia o, en definitiva, con los aspectos que conforman una socialdemocracia.
¿Y por qué somos socialdemócratas? Pues porque el sistema es socialdemócrata. Lo es nuestra Constitución, que no considera la retahíla anterior como servicios que se dan cuando nos lo podemos permitir, sino como derechos que los ciudadanos tienen por el mero hecho de serlo.
España se ha constituido en un estado social y democrático de derecho. Social y democrático. Es decir, socialdemócrata. ¿Se puede entonces no ser socialdemócrata? Por supuesto. Lo que no se puede es no ser socialdemócrata y a la vez defender la Constitución. O dentro del sistema o fuera.
También todos somos liberales, claro. Excepto cuatro tarados a izquierda y derecha, todos creemos en la separación de poderes, en el sufragio universal, en la representatividad, en el parlamentarismo, en la propiedad privada, en la igualdad ante la ley, en la libertad de expresión, de culto y, por supuesto, en la economía de mercado, regulada y con límites.
El resultado es ese matrimonio entre capitalismo y socialdemocracia que tan bien les sienta a ambos. Pero ha tenido que llegar una pandemia para que algunos entiendan que sin una sanidad fuerte y universal no hay economía. El capitalismo y el orden social que la derecha defiende solo están garantizados desde la protección de los derechos. Porque resulta que la gente tiende a ponerse nerviosa antes de morirse de hambre.
Querer que se bajen impuestos o que se recorte gasto inútil no te hace liberal. Te hace un socialdemócrata sensato. Los que se llaman a sí mismos liberales por querer adelgazar el estado, en realidad no atacan el sistema, sino que lo refuerzan al hacerlo razonable. Ellos son los salvadores de la socialdemocracia. No la cuestionan, solo la perfeccionan a través de la sensatez y la gestión. Al criticar el estado de bienestar y el ‘asistencialismo’, aseguran la socialdemocracia, que es el orden de posguerra fundado por la derecha europea.
Las reclamaciones de los socialdemócratas de los 70 están conseguidas. Y, por eso, a los socialdemócratas no les queda otra que ser conservadores. De ahí el éxito de Juanma. Eso y que, pese a lo que algunos pueden pensar, España no es un país de anarcocaps ‘laissez-faire’ y lobitos de Plaza de Castilla. Es otra cosa. Solo la derecha salvará la socialdemocracia. Y me temo que también viceversa.
(Esta columna se publicó originalmente en ABC el 21 de junio de 2022. Disponible haciendo clic aquí).