
No hay nada peor que el ventajismo, la humillación a un rival derrotado, el desprecio a los códigos de la grandeza. Ese es el peor vicio del alma, el detector más rápido de vileza, la falta de empatía del sádico, la horterada inmensa del niñato que se cree ganador perpetuo, la falta de elegancia del que estira el dedo meñique ante la vida. Saber perder es fundamental porque, por desgracia, suele ser lo más frecuente. Pero igual de importante es saber ganar.
Y ganar sin honra es peor que perder. De una derrota se puede salir, es cuestión de tiempo. Pero de una victoria ventajista y sin honor no se sale jamás. Y entonces ya da igual que te aplaudan los de ahí fuera porque cada día que te mires al espejo recordarás lo que en realidad eres, la poca grandeza que hay en tu corazón, las fallas profundas de tu alma. Una victoria miserable convierte en miseria todo lo que viene después. Por eso no es solo que el fin no justifique los medios. Es aún mas profundo: son los medios los que justifican el fin y la victoria no interesa en sí misma sino solo si llega como consecuencia de haber actuado de determinada manera, contra un rival a la altura, armado, erguido y cumpliendo de modo escrupuloso todas y cada una de las normas de etiqueta y de generosidad. Eso es una victoria completa. El resto es ser un macarra, un desgraciado, un pobre hombre. El general Spínola recibió con honores militares a los ciudadanos de Breda tras haber sitiado su ciudad durante meses sin una sola baja. El buen torero da las ventajas al toro y le trata con una dignidad sagrada mientras intenta que pase por donde quiere que pase, sabiendo que puede que no lo haga y entonces está muerto. Solo así merece la pena vencer. Hay una diferencia entre la esgrima y el navajero, entre la belleza y la cosmética, entre la Verdad y sus reflejos.
Si algo nos define como humanos es la clemencia y la compasión. Porque para detectar puntos débiles hay que tener talento, pero para detectarlos y decidir no utilizarlos hay que tener, además, formación humana y un poco de vida a tus espaldas. Hay que estar muy bien construido desde dentro, muy seguro de ti mismo y saber permanecer anclado a unos valores y a un estilo de conducta de modo eterno e innegociable.
La política es un lodazal. Pero hay excepciones y estos días estamos viendo algunas. Si te fijas bien podrás ver el respeto con el que algunos están tratando a personas que quizá hayan mostrado no estar bien del todo. De nada sirve decir una y otra vez que la salud mental es un tema muy serio si, cuando llega la hora de la verdad, tratamos a la gente que pasa por malos momentos como los tratarían los ventajistas sin alma. Esto ya ha pasado antes, está pasando y volverá a pasar. Por eso, hay que saber mirar, reconocer los silencios y agradecer la contención con la que algunos están actuando, aunque les resulte difícil. Y ahora a reflexionar si ha servido de algo haber utilizado a esas personas, Y, sobre todo, si merece la pena seguir haciéndolo.
(Esta columna se publicó originalmente en ABC el 24 de septiembre de 2022. Disponible haciendo clic aquí).