Dice la directora del Servicio de Limpieza del Ayuntamiento de Valladolid, que, antes de publicar la nueva ordenanza de basuras para multar a quienes no sepan separar correctamente los residuos, tiene que pasársela a Igualdad para que «tenga un lenguaje inclusivo». Me parece genial. No tengo claro si lo que ha de tener lenguaje inclusivo es la ordenanza, los contenedores o la multa que le van a cascar a la viejecita que no salga cada mañana con un manual de instrucciones y catorce bolsas de basura diferentes. Pero me parece bien, en cualquier caso. Porque lo importante es ser inclusivo, aunque para separar bien haya que ser superdotado. Como ustedes ya habrán sospechado, no es mi caso. Y quizá por eso, solo llego a separar papel, vidrio, orgánico, inorgánico, pilas y aceite. Eso me hace pensar que quizá sea un facha repugnante. En cualquier caso, seré un facha repugnante, pero inclusivo. 

Yo separo la basura mal, pero con aire progresista. Y si la abuela en cuestión lo hace igual no tiene por qué asustarse. La propia directora decía que «mucha gente cree que el contenedor amarillo es el de plásticos, pero no es así. Es el contenedor de envases, ya sean de plástico, latas, tetra brik o de otro tipo». Si es que no se enteran ustedes. A ver: el contenedor amarillo es para envases, ya no sabemos cómo decirlo. Excepto si los envases son de vidrio, que van al verde. O de papel, que van al azul. U orgánicos o inorgánicos, O de aceite, claro. O de pilas. Y además aclara que en ese contenedor amarillo «hay que tirar solo lo que no se puede meter en los otros: los restos del aspirador, los productos higiénicos para mujeres, las colillas o un plato roto, por ejemplo». Si es que está claro. Ahí va, por ejemplo, el típico fusible de un amperio, que nunca sabes donde tirar. Cosas así.

Y el que no lo hace bien es porque no quiere. Yo antes de tirar una colilla abro un debate para ver si prima el papel y, en su caso, si puede ser considerado un envase. Pero claro, ¿un envase que envuelve qué? ¿Lo inorgánico de la ceniza o lo orgánico del tabaco? Surgen dudas. Pero ahora que la cosa tendrá un sesgo inclusivo, mucho mejor, no vayan ustedes a separar la basura sin perspectiva de género, por Dios. Aunque la basura que conviene separar es la ideológica, que nunca sabemos a qué contenedor va. Quizá a la urna. 

Lo suyo es dedicar cada mañana un rato a meditar y proceder como corresponda. Y siempre de modo inclusivo, que para eso tenemos un servicio dedicado al tema. Servicio, por cierto, que debía estar de vacaciones el día que se presentó el libro ‘Contamos todas’, proyecto que auspicia la Fundación Municipal de Cultura y que reúne los cuentos cortos de veintinueve autoras. Yo eso de ‘autoras’ no lo veo muy inclusivo ni muy igualitario, la verdad, pero qué sabré yo. Seguro que el año que vienen hacen uno solo para varones y todas están de acuerdo. 

Leo en El Norte que «para evitar apriorismos o rechazos (alguien que piense que es un libro de mujeres y para mujeres), sus mentores creen que su lectura puede interesar a «un lector universal ya que, aunque son textos en clave de mujer, se dirige a la condición humana, porque no hay literatura de mujer o de hombre». A mi esta aclaración me parece pertinente, porque yo pensaba que era una iniciativa del Opus Dei, por lo de segregar por sexos. O de la asociación de sexadores de pollos. O de la Sección Femenina de Falange.

Pero al final, nada, todo progresista. Y agradezco que aclaren que a los hombres también nos dejan leerlo y que se dirige a la condición humana donde creo que aún estoy incluido. Es un alivio. Como tal, lo único seguro son los impuestos y la muerte. Cuando llegue la mía, solo pido que una viejecita me tire al contenedor amarillo. Ya saben, al de las cenizas. Y a ser posible en el apartado de platos rotos.

(Esta columna se publicó originalmente en El Norte de Castilla el 6 de octubre de 2022. Disponible haciendo clic aquí).

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