Sabina es facha, las plazas de toros están llenas, en las procesiones no cabe un alma, el PSOE y Podemos hacen el ridículo sin descanso, sus derrotas electorales se suceden, la sociedad desprecia la ‘ley Trans’, la ley del ‘solo sí es sí’ es un fracaso, la reforma laboral de una comunista se limita a asumir la de Rajoy, la izquierda de la izquierda está en guerra civil entre garzoners, errejoners, pablers y yolanders –la misma mierder–, Twitter se desmorona, TVE no existe, los jóvenes reniegan de este progresismo y la victoria es aplastante. El problema ahora es saber si la derecha va a ser capaz de gestionarla. Al final, la guerra cultural fue un intento de la izquierda y de la derechita cafre para terminar con el orden mientras la sociedad suspiraba por él. No pudieron. El orden se consolidó y salió reforzado. Fin de la historia. A otra cosa.

Lo importante ahora es no hacer nada. No hacen falta mociones de censura, manifestaciones ni política marginal. Hace falta mucha tranquilidad, convertirse en red de seguridad del sistema, ver cómo van cayendo todos en ella y, fundamentalmente, hacer siempre lo contrario de lo que diga Ciudadanos, que fue la apoteosis de lo cafre y que, a la postre, solo sirvió como pista de aterrizaje de Vox, como pista de despegue de Frankenstein y como aprobador del ‘solo sí es sí’. Los mismos que llevaron a Rivera al fracaso quieren llevar al fracaso a Feijóo y con las mismas recetas, así que lo verdaderamente importante, si quiere gobernar, es no hacerles ni caso. 

Si hasta Sabina –candidato de IU, zapaterista por la ceja, podemista de primera hora– ha entendido por fin que la izquierda se ha convertido en una cosa ridícula y fracasada, esto está ganado. Aunque, en realidad, Joaquín nunca ha sido de izquierdas. Él siempre ha sido un burgués que ha crecido en una España gris y franquista y, como tantos otros españoles, han confundido democracia con izquierda, antifranquismo con comunismo y progreso con socialismo. Yo mismo crecí en el altofelipismo con ese marco mental. Luego apagué la SER y me puse a leer, algo muy recomendable. Entendí que a un lado los dictadores –de derechas o de izquierdas– y a otro los demócratas. Ya dentro de los demócratas hay que elegir entre envidia, resentimiento y miseria o entre libertad, progreso económico y bienestar. Luego con tu libertad puedes hacer lo que quieras, ir a misa de doce y matar un venado o ir a una sauna gay y bailar ‘el venao’. Porque lo que Sabina cree defender no está en la izquierda sino en la derecha liberal. Un burgués librepensador e ilustrado como él no encaja estabulado en intensivo. Nunca es tarde.

Como vimos en Andalucía, la derecha alcanza el éxito cuando modera sus mensajes, suaviza sus gestos y atrae a la izquierda sesentona y sabinera, a la izquierda pensionista y honrada y a la izquierda trabajadora que vota para tener buen médico, buen maestro y pagar facturas. Y ya. Porque el pueblo puede perdonarte todo. Excepto que intentes entusiasmarle.

(Esta columna se publicó originalmente en ABC el 21 de noviembre de 2022. Disponible haciendo clic aquí).

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