Llama la atención que los mismos que hace dos días echaban espumarajos por la boca por la legalización del matrimonio homosexual sean hoy los más duros con Qatar precisamente por su trato a los gais. Es curiosa la fortaleza con la que defienden la democracia liberal en Qatar quienes la cuestionan en España. Curioso también que esa defensa de los derechos humanos no tuviera lugar durante el Mundial de Rusia. Y curioso que se chuparan los Juegos Olímpicos de Pekín sin levantar una voz. Porque en China y enMoscú, como es sabido, la democracia es algo plenamente asentado, los derechos humanos son sagrados y los gais salen en carrozas a comprar el pan. Ya. 

De cualquier modo, esta conversión resulta esperanzadora. Nunca es tarde para estar en el lado correcto. Ah, el progreso. A veces llega inexorable. A veces llega sin más, un vulgar día de noviembre como puede ser este mismo. Entra por la puerta de atrás, sin hacer ruido y, cuando te das cuenta, todo el país se ha civilizado. A ver si se acuerdan de defender a los gais cuando su primo se case con un ingeniero de caminos. Aún así, llevamos ya varios días y reconozco encontrarme al borde del coma diabético por esta demostración constante de bonhomía. 

De verdad, ya ha quedado clara nuestra gigantesca talla humana, ya hemos exhibido nuestra superioridad moral, ya hemos puesto una estatua ecuestre a nuestra probidad y nos hemos alineado todos con todas esas causas que nos dieron igual en 2008 y en 2018. Ya podemos ver el fútbol sin más y vivir un Marruecos-Croacia estirando la muleta del teletrabajo. Ya podemos ver a Alemania delante de un plato de garbanzos contrarreformistas o ver a España con el cuñado sin cuestionarnos si, con ello, estamos cargándonos el planeta, los derechos humanos o condenando nuestra alma al hades de los no purificados.

Que se acabe ya esta turra, por Dios, y nos dejen ver el fútbol. No teníamos suficiente con la ansiedad climática, con la culpa por cada pedo de vaca y con la flagelación moral por haber comido un chuletón. No era suficiente con sentir el fracking como una ruptura de los propios huesos, el cargo de conciencia por la vida de ese pollito y el dolor histórico de todas las comunidades indígenas como para descubrir, hoy, que también existe un woke de derechas cancelando eventos por impuros y dotando de significantes complejísimos a nuestra inquebrantable fe en el 4-5-1 con doble pivote. Amosanda.

(Esta columna se publicó en la Sección Mundial de ABC Deportes el 23 de noviembre de 2022. Disponible haciendo clic aquí).

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