
Peyo, Carlos y yo nos hemos pasado el Mundial apostando dos euros a cada partido. Antes de que me lapiden, aclararé que hay una distancia grande entre apostar cantidades ínfimas en un Mundial y ser ludópatas, que es la misma que hay entre beber una caña y ser alcohólico o fumarse un puro en los toros y el enfisema pulmonar. Digo yo, porque, en caso contrario, la Nochebuena en casa de mi madre con niños de todas las edades entregados al bingo con los ojos como ‘El Neng’ de ‘Castefa’, estaría muy cerca de la perversión de menores. Y mi tía abuela habría formado una escuela de vicio que ni Al Pacino en ‘Pactar con el diablo’. Que todo puede ser en tiempos de Garzón, la verdad.
Estamos en un punto de gilipollez que llevo no sé cuantas líneas de ‘vayapordelantismo‘ pidiendo perdón y no he dicho aún nada de lo que quiero decir. Aquí se puede jugar la vuelta del vino a la tragaperras, ver los centros de jubilados llenos de partidas de parchís con dinero, echar la quiniela cada viernes y llevar Lotería de Navidad hasta de la cofradía, pero si se te ocurre jugar un par de euros a un Túnez-Australia con los colegas te conviertes en un depravado. Piensen lo que quieran. Hace falta rock and roll. Así, en general.
Venía a contarles que ese Túnez-Australia puede ser algo insufrible, el sopor más absoluto y un castigo nivel Guantánamo o convertirse en dos horitas con la misma emoción del que vive una final de Champions del Madrid. Cuando has apostado dos euros, todo es diferente. El dinero es lo de menos, lo importante es saber que no se puede ver fútbol sin tomar partido, aquí no vale la equidistancia ni la indiferencia.
Yo voy siempre con el que habla español y después con los países católicos. O, dicho de otro modo: primero con España, luego con los hispanoamericanos y después con Polonia y Croacia. A la cola los protestantes. Entre ellos, el último Holanda, que soy castellano y me sale el rencor por el cuello de la camisa Y si no está claro, como en un Túnez-Australia, el par de euros obra milagros. ¡Qué control de la presión del doble pivote australiano en bloque bajo! ¡Qué dominio del contragolpe tunecino con los extremos a pierna cambiada!
Quedan dos partidos y me temo que ni ganaremos ni perderemos. En realidad, daba igual. Con la tontería hemos hablado más estas semanas que en los últimos años. Y todavía hay quien piensa que esto del Mundial va de fútbol. Será porque no tienen amigos.
(Esta columna se publicó originalmente en ABC el 14 de diciembre de 2022. Disponible haciendo clic aquí).