«Salomón dijo: ‘No hay nada nuevo sobre la tierra’. Y así, al igual que Platón propuso que ‘todo conocimiento no es sino un recuerdo’, Salomón sentenció que ‘toda novedad no es sino un olvido’». Son palabras de Borges, en ‘El Aleph’, haciendo referencia a unos versos del ensayo LVIII de Francis Bacon que, a su vez, enganchan con el Eclesiastés. Este libro es muestra clara de ello. No es un mero juego de palabras sino algo estrictamente cierto: todo conocimiento es reminiscencia. Y, por lo tanto, el olvido aparece siempre como novedad. O, por lo menos, para mí, que no conocía casi ninguna de las treinta semblanzas, anécdotas y perfiles que trazan Fernando Conde y F. Javier Suárez de Vega en este libro. Y eso es mucho decir para alguien que, como yo, presume de conocer su tierra y su historia.

Nada hay más nuevo que recuperar la memoria, ni más ancestral que poner en primer plano los hechos perdidos en el tiempo. En realidad, no entiendo cómo puede haber sucedido. No estamos hablando de pequeñas anécdotas sin importancia ni de personajes que vivieron en los márgenes, sino de primeros espadas, de figuras importantes de nuestra historia, de hechos trascendentales, en algún caso, para la humanidad. Pero en Castilla y en León tenemos la mala costumbre de pensar que «el buen paño en el arca se vende». Parece que estuviera mal visto valorar lo propio y se confunde la vanagloria fútil con el justo reconocimiento, como si, de algún modo, que se hable bien de uno o se recuerden los méritos de lo sucedido fuera pecado. O, peor aún, que se estuviera intentando obtener ventaja o hacer negocio, algo insoportable para los hijos de esta tierra, a los que se ha enseñado durante siglos que la pobreza y el sufrimiento son la más alta cota de purificación. Y la fama o la gloria, su opuesto.

Y así nos va. Parece que unos alienígenas nos hubieran abducido y nos hubieran robado el cerebro para devolvérnoslo sin lo más nuestro, sin lo más íntimo y sagrado: la memoria de nuestra sangre. Hemos permitido que la historia de esta tierra, la más grande jamás contada -con permiso de Roma-, esté olvidada y sepultada, pero no por piedras sino por algo peor: por nuestro propio desinterés, por la indiferencia, que es la losa más pesada que existe. Curiosamente, en esta época de reivindicación de la memoria histórica de unos y de otros, siempre de modo partidista, nadie sabe nada de historia ni tiene el menor interés en la memoria. Y menos en la nuestra, utilizada por casi todos para devolvérnosla deformada en forma de proyectil. Pero mientras unos tiran estatuas, Fernando Conde y F. Javier Suárez de Vega parecen querer levantarlas de nuevo, con sus brazos, como cirineos generosos y callados. Y J.M. Nieto registra e inmortaliza los momentos con esa habilidad que solo tienen los genios.

Gracias a Dios, los tiempos no son tan oscuros como parecen porque, a pesar de todo, hay personas como ellos, gente que ama tanto su tierra que dedica su vida a conocerla y que ama tanto a su gente que tiene la generosidad de contárnoslo, de descifrar el silencio como juglares postmodernos que fueran por los pueblos cantando gestas para que recuperemos la dignidad. Y si, además, lo hacen de modo magistral, con un estilo y una prosa tan ágil, divertida e inteligente -que deja entrever muchas horas de vuelo y una maestría de la que muchos bebemos- ya no hay excusas. A partir de ahora, de nosotros depende seguir la cadena de la memoria y contárselo todo a nuestros hijos, y a los hijos de nuestros hijos, de modo que nunca más seamos los hijos del olvido sino, en todo caso, los padres del recuerdo.

(Este texto es el prólogo original de ‘Hijos del Olvido: desconocidos que hicieron historia en Castilla y León…y en el mundo’, de Fernando Conde Parrado, F. Javier Suárez de Vega y José María Nieto González, editado por Librucos/Ramón Villegas López. Se publicó en ABC Castilla y León el 31 de diciembre de 2022. Y se puede comprar aquí)

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