
Hay que dotar de sentido a Castilla, hay que explicar a los castellanos por qué somos como somos, qué nos ha sucedido y cómo hemos podido pasar de ser la vanguardia del mundo a una cosa tan gris y tan mediocre que no es capaz de abrir la boca ni para morirse. Habría que investigar en qué momento exacto se jodió todo y dar, así, sentido al dolor de esta tierra. Dignificar sus raíces es el paso previo a dignificar sus sentimientos. Y sospecho que eso nos liberará. Hay que explicar a los niños que no somos culpables de nada, que no nos merecemos esto, que hay que levantar la cabeza y dejar de ser tan dóciles. Que no hay por qué sufrir, que no hay ningún motivo para aceptar que se nos trate como a ciudadanos de tercera y que la pobreza no es nuestro estado natural. La historia de Castilla –la historia de nuestros antepasados– es la historia de un éxito sin precedentes.
Ese éxito es lo natural para los hijos de esta tierra. Pero, en algún momento hemos caído en una depresión y en una culpa psicótica y sin sentido, no sé si por el desmembramiento de Castilla en la Constitución del 78, no sé si por la Guerra Civil, por la pérdida de las colonias, por la victoria de los Borbones a los Austria o por la llegada de los Austria en el fin de los Trastámara. No tengo ni idea, pero, en algún momento, hemos visto nuestro sueño desmoronarse, como un rico que lo pierde todo, que piensa que se acabó, que merece lo que viene y que no tiene derecho a abrir la boca. Nuestras espaldas soportan, así, un doble odio: el de la leyenda negra del mundo contra España y el de los nacionalismos contra Castilla, que nos achacan esa leyenda negra en exclusiva.
Porque todo nacionalismo lo es contra Castilla, existe contra Castilla y basa su hecho diferencial en no ser como Castilla. Y mal está que mientan, pero peor está que nos lo creamos. Actuamos como si fuéramos culpables de algo, como si cualquier paleto pudiera reivindicar cualquier gilipollez nacionalista, pero no se pudiera levantar la voz desde la belleza inigualable de Pedraza, de Urueña o de Castrojeriz. Aquí toca bajar la mirada, meterse en casa y lamentarse como esa generación del 98 que tanto daño nos hizo, como el propio Delibes denunció. La Castilla que tenemos en la cabeza es la creación de dos vascos –Unamuno y Baroja–, de un gallego –Valle-Inclán–, de un alicantino –Azorín– y de dos andaluces –los hermanos Machado–.
La generación del 98 ve en Castilla –en su paisaje, fundamentalmente– un reflejo de sus angustias, la aridez del alma, el dolor de la soledad y no sé qué otras gilipolleces de personas nacidas en la tibieza de los climas periféricos y que, simplemente, aquí tenían frío. En Castilla, la generación del 98 sublima el ideal de la España poderosa que fue en otros tiempos. Pero se les olvidó contarnos que Castilla nunca disfrutó de los frutos de su predominio, como sí hicieron otros con sus imperios. Y, así, mientras Castilla brillaba de puertas para fuera, pasaba hambre de puertas para dentro. Tercera losa a las espaldas.
Al quitarnos el pasado, nos dejaron sin futuro. Y ahora vemos cómo nos maltratan y humillan desde todas las instituciones ante el silencio de un pueblo aborregado. Es un asunto resuelto por lo freudiano: el hombre nuevo contra el viejo mundo, contra sus padres, contra sus abuelos, contra su sangre, contra la Cultura, contra los mitos y las proyecciones del alma, contra la realidad y sus raíces.
Necesitamos un liderazgo que supere la mera gestión administrativa y nos haga recuperar el orgullo como pueblo. Hacen falta líderes con ambición, que prioricen nuestra influencia y presencia internacional, que reivindiquen el lugar fundamental de Castilla en la defensa no solo de su lengua y de su cultura sino de su visión del hombre, es decir, de los derechos humanos. Y que nos ayuden, de una vez, a entender quienes somos. Solo entonces podremos mirarnos a la cara con orgullo y dejar de tolerar esta humillación para buscar el éxito y reivindicarlo como parte indispensable de nuestra identidad.
(Esta columna se publicó originalmente en El Norte de Castilla el 5 de enero de 2022. Disponible haciendo clic aquí).