
Pues tenemos sentencia y gana la libertad. Es decir, ganamos todos. El Supremo acaba de declarar nula la exclusión de la tauromaquia del bono cultural y cada español que cumpla dieciocho años podrá destinar la mitad de los 400€ que le corresponden en comprar entradas para los toros sin tener que aguantar la turra de las monjitas de la izquierda, sus dos rombos y la censura de estos Torquemadas de chichinabo. El Supremo confirma que el Gobierno ha actuado ilegalmente y que de persistir en dicha exclusión estaría prevaricando, algo que, por supuesto, no debemos descartar porque la relación de este gobierno con la ley es, cuanto menos, complicada.
El Supremo es especialmente contundente en su sentencia. Recuerda que el Gobierno está obligado a desarrollar medidas de impulso y fomento de la tauromaquia. Es decir, que el Gobierno está obligado a apoyar los toros le guste o no, porque está obligado a cumplir la ley le guste o no. Nos da igual, por lo tanto, su opinión de los toros como nos da igual su opinión de la música electrónica industrial, de la Zarzuela o del ‘black metal’ noruego. El gusto personal de un ministro es, gracias a Dios, irrelevante en democracia. Y el sectarismo de Yolanda Díaz, más irrelevante aún. Por eso, lo importante hoy no son los toros, sino que los jóvenes de dieciocho entiendan que ningún gobierno puede ponerse por encima de la ley, es decir, del pueblo del que emana. Es decir, de ellos. Es una gran lección para un joven y llega en el momento oportuno de su formación. Pero no solo para ellos: la sentencia es buena para toda la sociedad, que ve cómo la ley nos protege del gusto personal y arbitrario de un ministro o de la ideología totalitaria de una vicepresidenta.
Esperemos, ahora, el deseable efecto rebote por parte de una juventud cansada de adoctrinamientos. Como pasó con ‘La Movida’, los jóvenes siempre se quieren acercar a lo que les prohíben. Y los toros son ya algo simbólico, reivindicativo y contracultural. No sé en qué momento la izquierda perdió esa defensa de la creatividad, de la libertad, de las artes y de la cultura para entregarse al oficialismo, al tedio, a las prohibiciones, al dogma, a la oscuridad y al gris marengo de la cultura servil y sumisa. No les ha valido con poner el Museo Reina Sofía al servicio de la extrema izquierda y sus guerritas culturales, sino que han intentado cancelar los toros. En ambos casos les ha salido mal y solo han logrado convertir los toros en algo ‘underground’, con ese halo tan interesante que trae la cultura no oficial y la adrenalina de la libertad creativa.
Esta victoria no es solo importante porque se de contra los curillas preconciliares del sanchismo-los nuevos grises- sino porque inhabilita al gobierno que venga a que pueda elegir lo que subvenciona en función de sus gustos o ideología. Se empieza por cancelar los toros porque lo dicen unos cafres y se sigue por prohibir el día del orgullo gay porque lo dicen los cafres de enfrente. Esta sentencia nos protege a todos y quema en una pira el espíritu censor, la habilitación de la restricción en función de los límites de la sensibilidad de cada cual, la moralina perpetua, la prohibición permanente, la fábrica de adoctrinamiento y el aire dogmático. Y, sobre todo, la turra del orfeón del nuevo ‘parental advisory’. Si por mi fuera, todos los brindis de esta primavera, serían al mismo. Desde los medios: «Va por usted, señor Iceta».
(Esta columna se publicó originalmente en ABC el 8 de febrero de 2023. Disponible haciendo clic aquí).