
mí lo que me preocupa fundamentalmente es la factura. Porque entiendo que toda transacción comercial conlleva una factura, también si lo que vendes es un ser humano. Y el tipo del gravamen, no tengo claro si un niño lleva el IVA normal, el reducido o, quizás, el súper reducido. Seguramente sea el súper reducido, claro. Como su cuerpo. Y luego el IRPF, que tributará como rendimiento extraordinario. O no, si es tu actividad principal. Hay algunos que los únicos códigos que entienden son los de barras. Y hay niños almacenados como ‘bricks’ de leche. Con una diferencia: los ‘bricks’ no lloran. El llanto del recién nacido es insoportable precisamente para eso, para que no se pueda soportar, para que el que lo oiga deje lo que esté haciendo y sienta la necesidad imperiosa de ir a cogerlo, a abrazarlo, a darle alimentos y calor. Ese llanto es una alarma que pide protección. Es un llanto evolucionista, esa frecuencia llama a Darwin. Y también a su madre, que es la que está ahí al lado sabiendo que deben de estar ya a punto de llegar unos señores con cara de buenas personas y se lo van a llevar a su casa. Y se desprende del chaval como a quien le extirpan la vesícula. O un juanete.
Mientras tanto, el niño está esperando a que lo recojan, como si fuera una gabardina y la vida una tintorería de barrio. Hay mujeres que dan a sus hijos en adopción por no poder criarlos. Hay mujeres que, para no abortar, deciden tener a sus hijos y que sean otros los que los críen. Pero esto es otra cosa, hablamos de mujeres que venden a sus hijos como quien vende medio kilo de mortadela con aceitunas. No aplica Darwin, la frecuencia se vuelve inaudible en la distancia. Y muchos se quejan de los ‘ricos’ que compran. Pero a mí me aterra más el que vende. El amor y la dignidad no entienden de clases sociales y dar por hecho que hay ‘buenos pobres’ que se ven obligados a esto es aberrante, para los niños y para los pobres. ¿O lo de «No compres, adopta», solo sirve para cachorros de galgo?
Mientras tanto, hay un niño que llama a su madre porque no sabe que es un producto y que los productos no lloran. Tampoco sabe que hay derechos fundamentales y que son inalienables. La vida es uno de ellos, no es mucho pedir que no te vendan. Si hasta un proceso de divorcio se articula sobre el supremo interés del menor, con más razón se debe proteger ese interés cuando se trata de la propia vida. ¿Alguien ha pensado por qué se le suspenden los derechos a ese niño? ¿Bastaría con que una multimillonaria decidiera vender a su hijo para que en el futuro ese niño no pudiera acceder a la herencia que le corresponde legítimamente? ¿O es el árbol genealógico también un constructo?
Este tema no tiene nada que ver con la religión –no hace falta ser católico para no vender a tu prole–. Se trata solo de entender que los niños no son muñecos a los que poner pilas nuevas en la mañana de Reyes. Y que tampoco vienen con ticket-regalo. Aunque supongo que, en todo caso, el comprador siempre podrá desgravarse la factura.
(Esta columna se publicó originalmente en ABC el 31 de marzo de 2023. Disponible haciendo clic aquí).