Hay que huir de las verdades absolutas y mucho más de las medias mentiras. Nunca he comprendido por qué no se puede verbalizar lo que todos sabemos que es verdad; tampoco soy capaz de comprender por qué ciertas ideas pierden la superioridad que tenían en el nivel intelectual, una vez condenadas al nivel de lo oral. Pero así es. Vivimos en el fango de lo políticamente correcto, sólo roto por lo que surge políticamente incorrecto de modo premeditado, es decir, asumiendo el fango que intenta abandonar. Si luchas contra algo de ese modo es porque le has dado el status de mayoritario. De relevante y públicamente correcto. De incumbencia. Si no estás en el fango no debes salir de él. Los que escapan del fango a través de la crítica no tan libres como los que observan luchar a los batracios desde fuera de la charca, mientras crean nada.
Un punkie busca desagradar, ese es el juego. Punk implica baja calidad, desagrado, fealdad, crestas, imperdibles por pendientes… pero como modo de transgresión al puritanismo victoriano. Surge contra algo. Es una estética que lucha, que reivindica. No es pasotismo y dejadez, como muchos creen. La dejadez es la de mi amigo Federico que vive en un pueblo de Zamora y vive sin criterios estéticos ni generacionales de ningún tipo. No actúa contra nada. Un punkie, sin embargo, vive atormentado por su imagen, por desagradar. Fede no. Fede pasa. Fede es un cutre. Un punkie es un dandy, políticamente correcto por ser incorrecto. Hacia la corrección por el camino de la incorrección. Complicada ruta, pero no nueva.
Lo políticamente correcto, por ejemplo, es atacar a la Iglesia. Se hace porque se cree que es políticamente incorrecto. Sería así en el año 50, pero no hoy. Atacar a la Iglesia hoy es hacer bullying a un niño de nueve años, porque es débil, inofensiva y su poder es minúsculo, aunque les pese a los que viven bajo el yugo que se han inventado para poder liberarse de él. Goce freudiano. Por todo eso, la pretensión es no ser políticamente incorrecto ni correcto. Se trata de expresar lo que querias sin tener en cuenta si es o no correcto y mucho menos para quién lo pueda ser. Si los que creamos no somos libres, apaga y vámonos.
Un intelectual pone palos en la rueda de su tiempo, para apearse de él. Tiene que ir por delante o tiene que estar fuera. Es un outsider. Por lo tanto, o lo que dice es raro para el zeitgeist, o mal vamos. Muchos piensan que el zeitgeist es el espíritu intelectual de una época, pero no. Si estás en el zeitgeist estás fuera de lo intelectual. Sean libres. Digan cosas que pasen desapercibidas para el zeitgeist. Una vez que pones tu grano de arena en el zeitgeist, ya no tienes papel en él, porque te come. La inmersión de tu proceso creativo en el proceso creativo general implica perderte en él, darte a él, darte a ellos, aunque parezca que los lideras. Y por ahí no vamos bien.
Tengo claro que no es más libre la oveja negra por el hecho de ser negra, que cualquier lobo aunque esté en manada. Lo políticamente correcto hoy es el artista incorrecto en colectivo, por eso nunca son las dos cosas: o es colectivo o es de artistas. El precio de ser lobo es la soledad. El precio de ser oveja negra es el aburrimiento. El precio del zeitgeist no es otro que hacer del lobo un hombre para el lobo.