nacho3

María es bella. María es una mujer con todo el poso freudiano del término, con el peso de la palabra, con la maravillosa magia que es capaz de crear. Lacan no llegó a entender nada, yo le aconsejaría jugársela y fracasar un poco para hablar con propiedad de lo que significa el amor y la mujer. Lacan no tenía ni idea ni jamás me entendería si me viera escribir los versos menos tristes esta noche…

María duerme mientras espero un mensaje que nunca llegará. Ella duerme, su belleza descansa, es un barrio de lujo en mi habitación. El calor a la temperatura adecuada entre unas sábanas casi del todo limpias. Ella es el premio gordo de la lotería y lo sabe. María duerme mientras yo me pierdo buscando palabras en horas inadecuadas. Escribir es sangrar por la herida y María lo sabe aunque lo omita para quitarlo gravedad. María descansa, María está en stand-by, María honra mi casa, mi cama y también mi vida.

Miro su cara dormida. Miro el callejón de sus labios entreabiertos. Ella está en paz, es la decadencia que el día otorga a quien ha desfallecido tras un trabajo bien hecho. Y yo no sé si reír o si llorar, no sé si salpicar todo de indecencia, bailar, llorar o rezar. Yo no sé si ser yo mismo u optar por el Stendhal. Ella es todo lo que un hombre desearía y está ahora en mi cama. Dice Underwood que todo en la vida gira entorno al sexo excepto el sexo, que gira entorno al poder. Que esté en mi cama significa fundamentalmente que no está en otra.

María está dormida, pero yo no. Ella confía en mí y hace bien. El amor es un callejón sin salida cuyo mapa se dibuja a posteriori, pero en su silencio me traslada la responsabilidad de preescribirlo. La conocí en Madrid. Yo podría haber sido feliz con cualquier Laura, Inés o Irene siempre que admirara un poco mi manera de no-hablar. Pero el destino me cita de lejos en forma de María y me da las riendas del caballo ganador. Está desbocado junto a mi almohada y allá me vuelvo. La vida es la primavera en la que se me olvidó amarte.