Dorothea_Lange,_Country_store_on_dirt_road,_Gordonton,_North_Carolina,_1939

Yo quería tocar su sexo, pero ella insistía en que tocara el saxo, así que bajamos al Trópico de Virgo, capital Herminio’s. Sin cambiar de tema, en el escenario un sexteto hacía el amor. Bajo el escenario, me presentan a Hibiki Suntory. 17 años. Malta. Japonés. Sofisticado, suave, poderoso. Estos japos son unos hijos de puta. Se van a por hielo al lugar donde el agua lleva congelada miles de años, la transportan en un bloque y con ese mismo agua destilan el jodido mejor whisky. Miles de años en tu boca. Se nota, pero se notan más los miles de años de sabiduría de la boca de ella, sobre todo cuando calla, algo que sucede rara vez. Menos hoy, se nota que sabe manejar el silencio. Suena The Jazz Police, y sus labios la tararean. Yo sigo pensando en los miles de años de edad de este whisky. La pierdo. La busco, la sigo buscando, la busco un poco más… Paso, sigo con el whisky. Es el triunfo hecho realidad, este puto whisky es la corona de laurel tras un récord del mundo, es la medalla de oro, la puerta grande en La Maestranza el domingo de resurrección. Hay que volver a Sevilla. Sevilla con Suntory. Suntory esquina Sanctuary. Amén.

Aplausos a sus susurros y a los dos tríos que le acompañan. Se me cae encima una mujer. Me besa en la mejilla cuando le ayudo a levantar. Bailamos. Memphis inside. El Cotton Club. Vuelve ella, no sé de dónde, pero no del baño. Sus labios, tarareando. El sexteto, arrebatando. «Ahí tienes su saxo». El agua congelada del glaciar. Sus labios. El jazz. Japón. Hielo. Saxo. Sexo. Sergio inventando el cine en directo y yo subtitulándolo. Una película a medio empezar y sobre la barra un Gin&Tonic a medio terminar. El bar medio lleno. Mi whisky medio vacío. Susurro. Escalofrío. Solo de sordina con trompeta.

Sergio me dice algo que me parte el corazón. Casi lloro. Nos abrazamos. Me regala un cuadro y si insisto me regala su casa. Se suceden escenas dramáticas. Sergio se va. Ella vuelve. La gente bebe, baila, hay instantes románticos en la sala. Yo lo recuerdo con humo y en blanco y negro. Muchos se abrazan. Ella me besa. Hay tensión sexual hasta en las taza de te. La banda termina. Bis. Termina otra vez. Ahora sí, ovación y saludos desde los medios. Nos vamos. Un sexteto es mucho más que dos tríos pero aún así no pueden a una escalera de color, que es la suma de escalones que separan el marrón Herminio’s del negro noche del cielo.

Lástima que muchos no tengan ni puta idea de lo que estoy hablando.

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