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Hay dos tipos de personas. Las que abren siempre la mejor botella de vino y las que la guardan para una oportunidad que nunca llegará. Las antitaurinas y las que han entendido a Morante. Hay dos tipos de personas, sólo dos tipos de personas para todo. Por ejemplo, las que tienen fundas en el sofá y las que no. Las que tienen fundas en el mando y las que no. Las que tienen fundas, en definitiva, hasta en el corazón y las que lo perdieron en la última mano de una timba que seguramente no lo merecía.

Hay dos tipos de personas. Las que jamás te negarían el saludo y las que tienen buena memoria. Las que lloran de alegría y las que ríen por no llorar. Las que creen en Dios y las que niegan aquello que no comprenden, que es casi todo. Las que hemos visto jugar a Maradona y las que creen que el mejor jugador de la historia es otro.  Hay, sobre todo, dos tipos de personas: las que no pueden salir de casa sin ducharse y las demás. Se nota.

Dos tipos de personas. Dos tipos de personas para todo. Las que gritan en los bares y las que leen. Las que nunca han sufrido y las que escriben. Las que cambian de opinión y las que tienen maestros. Las que hacen las cuentas y las que se dejan engañar. Hay dos tipos de personas, las que tienen amigos y las que tienen tiempo. Las dogmáticas y las que hacen excepciones. Las vivas y las dormidas. Las que no presentarías a tu madre y las que no presentarías a tu hija.

Hay –y ya termino- dos tipos de personas el mundo: las que te llaman para darte las gracias y las que te llaman para darte el coñazo. Las que dan y las que dan por culo. Las que saben y las que parece que saben. Las de ojos que no ven y las de ojos que no quieren ver. Las de corazón que siente y las de corazón que no sabe que ya no siente nada. Las que saben no estar y las que no saben que no están. De unas te acuerdas los sábados cuando quieres más. De otras los domingos cuando juras que se acabó.

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