Pensar que todos somos iguales es ser un monstruo. No somos tornillos, no somos fruto de un sistema de producción en cadena que cree objetos idénticos. Somos diferentes, tenemos capacidades diferentes, objetivos diferentes y cada uno pasamos por la vida con un particular sufrimiento, una particular carencia. No somos iguales, gracias a Dios y -si asumimos la libertad inherente a cada individuo- debemos asumir también la diferencia de resultados que dicha libertad trae consigo. Si dejas a la gente libre, no van a ser iguales. Y si quieres que sean iguales, no serán libres.
No somos iguales, ni de coña lo somos. Querer igualar es querer homogeneizar, hacer tabula rasa, aniquilar la individualidad. No, no somos iguales. Los hay más listos, con más voluntad, más capacidad de sacrificio, más talento. Y a esos les suele ir bien. Hay gente más torpe, más vaga, más idiota, menos preparada. Y les suele ir peor. También hay gente que -con similar perfil que otra- toma mejores decisiones y decide, por ejemplo, trabajar, estudiar y desarrollarse mientras otros toman cervezas y se tocan los cojones. A unos les suele ir mejor que a otros.
Es curioso; a la gente contenta consigo mismo, a la gente contenta con la vida que lleva o con su lugar en el mundo no le oigo reivindicar la igualdad como valor porque igualar sólo le suele interesar a quien al ser igualado con algo, gana. Los que quieren igualdad, siempre quiere igualdad frente a alguien, no es algo abstracto. No quieren igualdad de pobreza, no quieren igualdad con los que sienten «por debajo». Quieren igualdad de riqueza, es decir, quieren tener más de lo que tienen. No quieren tener menos. Lo que pasa es que el deseo se queda ahí: quieren resultados iguales a los resultados de los que más tienen más, pero sin hacer los sacrificios necesarios o sin tener el talento que se requiere.
La palabra igualdad es la más horrible de la lengua española porque esconde un concepto degradante: que todo el mundo tiene derecho a vivir de puta madre por el mero hecho de existir. Es una forma mezquina de trivializar el éxito y hacerle depender no de unas causas sino de la suerte, de las herencias y por lo tanto mostrarlo como un derecho de todos y no como el resultado de hacer las cosas mejor que los demás. El éxito no es una cuestión de igualdad de derechos ni de herencias mágicas. Si quieres vivir de puta madre, tienes un camino que recorrer y es un camino que nadie va a recorrer por ti. No puedes ser igual en resultados hasta que no seas igual en lo previo. Eres libre de tomar decisiones y estás obligado a acarrear sus consecuencias. Si estudias periodismo supongo que sabes que NO vas a encontrar trabajo porque estamos ante la mayor crisis de la historia del periodismo, los medios despiden sin cesar, no hay nuevos medios, no se venden periódicos y hay (cientos de) miles de periodistas en el paro, todos ellos con más experiencia que tú. Si decides, aun así, estudiar periodismo, ok, tira para delante, pero luego no critiques al gobierno si no encuentras trabajo. O eres el mejor, o te vas a donde haya trabajo o cambias de oficio. Eso es igualdad, igualdad ante la realidad y sus devastadora lógica. Si no te lo ha dicho tu padre, ya te lo digo yo,
Me dirás que no, que igualdad se refiere a igualdad de oportunidades, y tampoco es así. Hay que garantizar a todos una educación, por supuesto, estamos de acuerdo. Pero eso no implica que haya que garantizar una igualdad de oportunidades, sería profundamente injusto. O sea, que una familia estudia, trabaja, se sacrifica, ahorra y se mata a trabajar para ahorrar una cantidad que permita que sus hijos puedan estudiar en los mejores colegios o universidades, ¿y esa familia no puede disfrutar de los frutos de su esfuerzo y debe ser igualada a una familia idéntica que no se ha esforzado ni ha estudiado ni se ha sacrificado o ahorrado lo mismo? ¿Estamos negando el derecho a los padres a dar un mejor futuro a sus hijos en aras de una supuesta igualdad?
Puede que digas que no, que igualdad se refiere a igualdad ante la ley. Y tampoco. La ley es precisamente una manera de regular la desigualdad, de dar a unos sí y a otros no, de dar subvenciones a los que cumplen no sé qué requisitos, de dar ayudas a los que viven en no sé qué situación, de multar a los que hacen no sé qué, de desgravar a quienes tienen no sé cuantos hijos, de dar puntos a los que viven en no sé qué zona. Eso es la ley, la gestión de la desigualdad. La ley es desigual. O sea que tampoco.
Ni hay igualdad de derechos, ni de oportunidades ni ante la ley. Tampoco hay igualdad de base. La igualdad es un concepto vil, rastrero, un atentando contra la libertad, contra la diferencia, un sistema de esclavizar al hombre y de engañarlo. Si no tienes capacidad de esfuerzo vas a tener que estar llenos de talento para paliar tu pereza. Si no tienes talento, te va a tocar esforzarte mucho mas que el resto. Que no te cuentes milongas. Es una mierda, pero es así. A muchos les han prometido que podrán ganar en los despachos lo que no han ganado en el campo. Y muchos se lo han creído. El despertar va a ser horrible.