
Luisa Etkenike advierte que la identidad no es algo que recibamos de serie, como el equipamiento de los coches, y tiene mucha razón. La identidad hay que crearla. No digo buscarla, como si estuviera escondida en alguna parte y fuera nuestra misión encontrarla, no; lo que hay que hacer es crearla, esculpirla en mármol. Ese y no otro es el objetivo de una vida.“El destino de cada ser humano es ser un individuo único, trazar su propio camino, vivir su propia vida, morir su propia muerte”, como nos enseñó el recientemente fallecido Oliver Sacks. Y creo que para eso está la literatura: para vivir tu propio camino, para encontrar tu personalidad, tu voz. Para mirarte al espejo envuelto en tinta. Marguerite Duras dice que “escribir es averiguar qué escribirías si escribieras”. Yo lo interpreto: vivir es averiguar cómo vivirías si tuvieras cojones a ser tú mismo. Merece la pena probar, aunque sea un rato. Puede que te pase como a nuestro buen Quijote y –de tanto leer- el soñador te convierta en tu sueño. Puede que te pase lo contrario y te atrevas a dejar de escribir para comenzar a vivir lo escrito.
Muy durasiano es Vila-Matas, no en vano, ella fue su casera en sus años de Paris cuando trazaba el camino de búsqueda de la identidad perdida delante del espejo, es decir, cuando estaba haciéndose escritor y decidió vivir su propia vida para no morir una muerte que quizá no le correspondía. Al principio de El Mal de Montano, el propio Vila-Matas dice que escribir es suplantar una personalidad, hacerse pasar por otro. Yo creo que hacerse pasar por otro es quizá la mejor manera de ser tú mismo. Hacerte pasar por ti mismo es al fin y al cabo la mejor manera de fingir, como lo es ponerse una careta con el propio rostro para tapar el rostro propio. Escribir es, por lo tanto, dar sentido a la identidad que te has encontrado mientras la construías -puede que viceversa-, pero entonces sucede que la vida se abre paso en esa identidad y aparece el instinto de supervivencia y de reproducción en el papel. Javier Cercas lo ve de un modo parecido: “El auténtico yo del escritor no es el yo social sino el yo literario, el yo que escribe y que ha invertido en lo escrito lo mejor de su talento y su inteligencia”. El yo literario es esa identidad que hay que crear, es ese destino al que tendemos como una pulsión irrenunciable, como un caballo desbocado corriendo a cámara lenta hacia al tren.
Lo duro de todo esto es explicárselo al resto, que ven un hobbie donde nosotros vemos parto, que ven fantasma donde nosotros vemos realidad. Quizá sea al revés: el fantasma, la máscara no es más que la cara con la que sales a la calle a buscar el pan nuestro de cada día mientras la identidad se queda en casa soñando ser quien ya eres, en secreto. Somos una locura privada, buscadores de almas perdidos en la noche. Apenas eso.
Este texto está especialmente pensado para Diego Vegue, autor del blog http://www.castelaris.com/. Buena suerte en tu camino, amigo.
Muchas gracias amigo. Te agradezco tus consejos.