A través de Sancho, Cervantes critica a toda la humanidad, y hace bien porque Sancho es el problema y por ello es lo opuesto a cualquier solución. Sancho es mediocre, Sancho no cree en nada, Sancho es gris. Dicen sus defensores que Sancho tiene los pies en el suelo y es la antítesis de las locuras de nuestro Quijote. El Quijote, así, sería un loco porque Sancho es el cuerdo. Adviértase la perversión: construyen en base a un negativo. Ellos son quienes son porque no son lo que no son. Se desarrollan como némesis del héroe, no como antihéroes. Su ‘yo’ depende del otro. Y como ellos no son locos, han de posicionarse contra el loco para así ser cuerdos.

Algunos creen equivocadamente que Sancho es un ejemplo de fidelidad a Don Quijote. Un discreto y necesario segundo plano junto al héroe. No lo es. Sancho no está allí porque crea, Sancho en ningún momento llega a entender nada. Él no estaría sino porque espera una recompensa. Es un oportunista desleal, lo cual está muy bien si trabajas para un taxista de Cáceres, pero no lo está si eres el escudero, la mano derecha de un genio visionario y brillante que no busca más recompensa que SER él mismo, despojado ya de su personaje de Alonso. El perro es el mejor amigo del hombre que le da de comer.

España es un pais de Sanchos Panzas dependientes de un héroe, de un genio, de un líder, de una visión, de una idea (la que sea) para SER. Unos SON al unirse sin haber entendido nada, pero con el miedo a renunciar por si acaso, otros SON negando la idea a través de la destrucción, para no sentirse tan mediocres. A cualquier puerto al que pueda llevar la nave siempre será mejor que el vacío interior que esta gente tiene dentro, por eso algunos se unen. Aprendí hace tiempo que puedes cambiar de ciudad, pero la ansiedad viaja contigo. La vacuidad también, por eso al final no llegan a ninguna parte.

Las ratas son las primeras en abandonar el barco, porque fueron las primeras en subirse al mismo.

NOTA (El Sepulcro de Don Quijote): Fíjate y observa. Ante un acto cualquiera de generosidad, de heroísmo, de locura, a todos estos estúpidos bachilleres, curas y barberos de hoy no se les ocurre sino preguntarse: ¿por qué lo hará? Y en cuanto creen haber descubierto la razón del acto —sea o no lo que ellos suponen— se dicen: ¡bah!, lo ha hecho por esto o por lo otro. En cuanto una cosa tiene razón de ser y ellos la conocen perdió todo su valor la cosa. Para eso les sirve la lógica, la cochina lógica. Comprender es perdonar, se ha dicho. Y esos miserables necesitan comprender para perdonar el que se les humille, el que con hechos o palabras se les eche en cara su miseria, sin hablarles de ella.

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