Los primeros se han creído que “la solución está dentro de ti”. A fuerza de escuchar sandeces uno corre el riesgo de no identificarlas, y estos han caído en la trampa hasta el mismísimo fondo. Los puedes ver en las fosas de su abismo; puedes observar cómo palpan a ciegas las paredes buscando esa solución que -según les han contado- no puede andar muy lejos. Supongo que saben cómo es –aunque nunca la hayan visto- y así, cuando den con algo similar a su ensoñación, sabrán identificarla para agarrarse a ella con todo su ser. Debe de ser puntiaguda.

Los segundos están sentados en el medio de la misma oscuridad que los primeros. Desde allí esperan a que alguien venga a darles esa solución envuelta y en bandeja de plata porque se saben incapaces de encontrarla por ellos mismos. Mientras que los primeros son ingenuos -aunque podamos alegar en su defensa que tienen cierta iniciativa-, los segundos perdieron la iniciativa el día siguiente de alcanzar la mayoría de edad. Saben que la solución no está dentro, pero aún tienen la esperanza de llegar a ella de modo exógeno. Estos han cedido su cerebro –ergo su única herramienta para la supervivencia, ergo su propia vida- a los demás, a los que exigen una solución. Y se la exigen ya. Por eso se indignan cuando no se la dan, como pensando “te he dado mi vida a cambio de una solución y vengo a reclamarla”.

Los terceros directamente creen que tener identificado el problema o el culpable es lo mismo que haber alcanzado la solución, y así se entretienen contando su diagnóstico sin piedad a todo aquel incauto que cometa la imprudencia de escucharlos. Son tan mediocres como los segundos pero con la ingenuidad pueril de los primeros. “La solución que exijo que me des -porque yo ni la busco ni la encuentro- está dentro de ti, así que.. ¡Tírate ahí abajo y escarba en el abismo hasta que la encuentres y me la entregues. Y no te atrevas a salir sin ella, miserable cretino!”. En la vida se puede ser todo menos pesado, y estos –por si fuera poco tener el superpoder de aunar la perversión moral con la intelectual- lo son y mucho. Dicho de otra manera: ademas de malos y tontos son extremadamente cansinos.

Todos se equivocan. Pensar que todo tiene solución es el origen de gran parte del mal de nuestro tiempo. Es la consecuencia de la pésima educación y de la execrable formación humana de la que hacemos gala nosotros, “la generación mejor preparada de la historia”. Es lo que pasa cuando se hace más caso a una psicoterapeuta de veintitrés años que a tus propios abuelos y a un manual de autoyuda que a los grandes pensadores. Es lo que sucede cuando vives rebozándote en la demagogia por no tener huevos para vivir abrazando la verdad. Es el génesis de los discursitos light, de los planteamientos prefabricados, de lo políticamente correcto. La vida es lo que es, y vivir en la demencia colectiva de no aceptarlo, no hace que deje de serlo. Estoy cansado del pensamiento mágico y de escuchar bonitas tonterías vacías de labios de terroristas vestidas de Prada. Un vómito infecto de estupidez no deja de serlo por tener tonos rosa-palo.

Este desvarío en el que viven es antidarwinista. Esto no es un videojuego en el que el protagonista tiene varias vidas. Esa capacidad de dar por hecho que hay una solución es la génesis de toda frustración. Por si nadie te lo ha dicho antes, ya va siendo hora de que te lo diga yo: Seguramente tu problema no tenga solución. Te jodes. Y no llores, que no tienes tiempo. Revisa tus expectativas a la baja y tus sueños al alza y aprende a diferenciar unas de otros. Necesitas valentía y aumentar tu capacidad de sufrimiento porque no tienes más opción que volver a ponerte cuanto antes delante de la cara del toro y pasar mucho miedo porque la única salida es jugarte la bragueta cada tarde.

Los primeros, los segundos y los terceros están demasiado ocupados en sus delirios. Así que aprende de una vez por todas a sufrir y seguir siempre adelante, o vete tomando la decisión para la que en realidad llevas preparandote toda tu vida: cuál de los tres grupos de arriba es el que mejor combina mejor con el color de tu inevitable fracaso. Que la vida iba en serio y que no eres Gil de Biedma, ya lo empezarás a comprender más tarde.

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