Imagino ahora cómo deben sentirse los hijos de una madre destruida por el Alzheimer, que ya no recuerda quien fue y que no sólo es incapaz de reconocer a nadie, sino que ya no se reconoce a si misma. Me duele verte así, Valladolid. Me duele profundamente porque no te reconozco. Tampoco me reconozco a mi mismo en ti, ni creo posible que tú te puedas reconocer en mí porque creo que no te acuerdas de quien eras. Ni de quien era yo. Me duele en el corazón –no es una forma de hablar- tu silencio, tu pasividad y tu desidia. Puedo soportar la derrota cuando se ha luchado y nada se ha logrado, pero la derrota que tú muestras deviene de la nostalgia colectiva. Y esa es la peor de todas.
Los que quedamos no podemos evitar pensar que quizá nos quede poco tiempo en ti, Valladolid. Casi todos mis amigos ya se fueron, aunque seguirán estando aquí mientras aquí estén mis recuerdos de ellos. Y eso no lo hace más soportable sino más doloroso, porque lo que queda es su ausencia y no hay un solo día en el que no los eche de menos. No hay un solo día en el que no pasee como un zombie por una Teresa Gil vacía viendo fantasmas de amigos emigrados y pensando en lo que pudiste haber sido, Valladolid, si siguieramos todos los que somos. Cada fin de semana vemos huecos vacíos en bares que esperan vuestro regreso. Y la ciudad se nos va cayendo encima.
Paseo por la calle Santiago, o por el Paseo de Zorrilla y siento la presencia de mis abuelos, ya fallecidos, apuntándome con el dedo como diciendo: “¿Qué habéis hecho con lo que os dejamos?”. Esta ciudad estaba orgullosa de si misma y ahora desde el primero hasta el último miramos atrás con nostalgia y miramos adelante con pavor. Los hijos que están naciendo de nuestra gente emigrada vienen como cuando nuestra generación íbamos al pueblo: de visita a una tierra que no es del todo suya. No puedo aceptar que los hijos de mis amigos no vayan a sentirse vallisoletanos. No quiero.
Cuando miramos a la catedral, los vallisoletanos siempre hablamos de lo que iba a ser, completamos con el imaginario el orgullo que no podemos sentir con la realidad. Me recuerdas a tu catedral, Valladolid: eres lo que pudo haber sido. Eres un imaginario, vives en el delirio convertido en fetiche que nos recuerda lo que hemos sido y ya no somos. Pero no tengo dónde mirar para recordar lo que vamos a ser, porque seguramente ya no vayamos a ser nada más que los restos del naufragio. Yo te seguiré queriendo como se quiere a una madre, porque tus calles son el escenario de toda mi vida, porque no hay un rincón que no haya llenado de recuerdos, de besos, de niñez, de adolescencia y de juventud. Pero ahora llega la madurez, soy padre y quiero acudir a esos mismos rincones para que mi hija los llene de su propia vida, y que sus recuerdos se superpongan a los míos y los oculten, como marca la ley, como marca la vida. Pero no lo logro, Valladolid. Lo único que deseo, y me duele el alma, es que mi hija, llegado el momento, abandone esta ciudad para encontrar su propio lugar en una tierra con más futuro que pasado, con más alegría que nostalgia y con más oportunidades que obstáculos.
Lo que creía que éramos, lo que creía que sentíamos y lo que creía que soñábamos como ciudad, se desvanece cada vez que salgo de mi casa paseando hacia ninguna parte intentado encontrar algo que no aparece. Y no aparece porque ya no existe. Esto me convierte en un alienígena, pero no soy el único: veo a otros alienígenas buscando a su ciudad entre los restos de la decadencia. Porque la decadencia no solo es económica. Es intelectual, es cultural, es artística y es sentimental. Nos estamos convirtiendo en una ciudad mediocre que llena de talento otras ciudades. Dentro de poco no tendremos tierra en la que no ser profeta.
Y falta Delibes. Como cada vallisoletano, tuve un abuelo extra que se llamaba Miguel. Lloré aquel día. Sentí su muerte profundamente, como la sentimos todos y siento que con él murió algo más: murió parte de mi tierra. La ciudad está más triste desde que sabemos que Vd. no está, Don Miguel. Si levantara la cabeza, no reconocería en lo que nos estamos convirtiendo. Cuando voy al Campo Grande con mi hija, dedico un minuto a enseñarle por dónde solía pasear, brazos atrás, mirada baja. Es mi homenaje a mi ciudad, es mi homenaje a mis abuelos, es mi homenaje a mis padres, a mis amigos emigrados, a mi mismo y sobre todo es mi homenaje a mi hija para que jamás olvide aquello que -por desgracia- nunca llegó a conocer: una ciudad con orgullo. Una ciudad con Delibes. (Continúa aquí)
Yo vuelvo y no lo reconozco. Viví en Pucela hace 20 años y no me gustaba, pero ahora vuelvo y me parece que ha desaparecido lo que sí me gustaba y queda el cascarón, vacío y con eco.
No encuentro los cines, la facultad, Portu, San Pablo o los pueblos cercanos. Puede que estén, pero no «están».
Gracias por comentar y muchas gracias por leerme.
Nuestra ciudad sera para nuestros hijos lo mismo que para nosotros el pueblo, un rincon de nostalgia para los mayores y un sitio carente de vinculo para los mas pequeños…
Gracias por comentar y muchas gracias por leerme.
Qué pena. Qué pena verla así. Si, existe la ciudad de Valladolid como tal, pero me parece mucho más importante el ‘Valladolid’ de cada uno. Quizás haya cambiado, seguramente, pero también nosotros con ella. Así, nuestra visión de la misma no será igual con 10, 30 o 50 años. Es por eso que yo, joven, a quien supuestamente debería desagradarme esta ciudad, reniego de quienes lo hacen. La ciudad la hace cada uno. Con sus gentes, sus bares, y lugares. Cuando no encuentre estas cosas en mi ciudad diré que si, que ya no es ‘MI’ Valladolid. Pero, sinceramente, creo que esta ciudad aún guarda grandes gentes, iniciativas culturales, sociales, rincones, etc. como para poder estar orgulloso de ella. Solo hay que buscarlas, tener mil ojos, estar atentos, moverse. Y eso ya es cuestión de cada uno, no de la ciudad.
Gracias por comentar y muchas gracias por leerme.
Valladolid será lo que deseemos los vallisoletanos. Unos se van y otros quedan (o vienen), siempre ha sido así… El futuro de la ciudad será el resultado de los esfuerzos, la iniciativa y el entusiasmo de los que vivimos en ella.
Delibes dejó una huella profunda…¿es que nadie va a ser capaz de seguirla? Si nadie lo es, igual es que Valladolid no merece ser lo que fue.
Gracias por comentar y muchas gracias por leerme.
Valladolid está donde su orgullo y vanidad la han llevado. Por ser una ciudad de apariencias por encima de hechos, de un arraigado pasado franquista que le ha impedido mirar al mundo nuevo que venía con la mirada abierta que este requiere.
Y es que en Valladolid a día de hoy, que pasen un par de heavys por Coca, un par de negros por la puerta de una iglesia a la salida de misa, o que una pareja homosexual se bese en plena Plaza Mayor, provoca los comentarios, generalmente despectivos, del resto de vallisoletanos que adornan el paisaje.
Poco puedes contar de los últimos 30 ó 40 años…Has pasado de ser la Valladolid de Don Miguel Delibes, de Doña Concha Velasco, a ser la Valladolid de Doña (por decir algo) Aída Nizar.
Mira de reojo a tu hermana Salamanca y quizá encuentres la diferencia.
Nadie me puede borrar mis 22 años allí, ni quiero tampoco, pero no rompí el huevo hasta que no decidí salir de ahí, no empecé a ver con claridad hasta que llegué a aquel cartel que ponía Madrid, tierra abierta a cualquiera, de diversidad, cultura, negocio y también pillaje, donde tantos pucelanos hemos hecho patria.
Quizás algún día recuperes, no lo que fuiste, si no las ganas de SER.
Quizá te libres del veneno fascista que se sienta en el mejor sillón del Ayuntamiento.
Quizá des paso a la mucha gente joven con ganas e ideas que echas de las calles y posteriormente obligas a emigrar.
Quizá nunca seas mas que aquella vieja que presume de que una vez fue capital.
Ciudadano 0: No estoy de acuerdo con mucho de lo que dices (franquismo, fascismo, etc.), pero no seré yo quien te quite la palabra en este blog. Gracias por leerme.
No estoy nada de acuerdo con tu comentario, me parece caduco
Opino lo mismo que vosotros,nada de acuerdo !
En cualquier caso, gracias por leerme y gracias por comentar
Cuanta tontería, las ciudades son lo que son y punto. De que Valladolid pasado me habláis? de su fundación? de unos reinados pasados? de los siglos que ha pasado en decadencia? del pasado franquista? de la etapa socialista? o de la que disfrutamos ahora con cabrón de la riva?de que habláis? Que es lo que echáis o no echáis de menos? Vallisoletanos? si la mitad de la ciudad o más son hijos o nietos de inmigrantes del campo.
He observado que mucha gente reniega de la ciudad pero cuando se van sienten añoranza, tan buena o mala es la ciudad? o depende de la perspectiva? En definitiva si el blog está escrito desde un subjetivismo melancólico nada que decir, desde cualquier otra perspectiva no tiene sentido. Pero vamos, que con este ánimo a mejor no va seguro.
Hola Erlantz. Yo hablo de lo que hablo, el resto son conjeturas de otros. No he hablado de política sino de sentimientos. Y sí, el subjetivismo melancólico puede que sea la mejor descripción. Gracias por comentar y por leerme.
A mi me encanta volver a Valladolid, me siento en casa y me disfruto muhco.
Si algun dia puedo volver a vivir a Valladolid, volvere.
Siempre que puedo ayuda a que mi ciudad sea mejor, crezca y evoluciones, las ciudades son su gente, asi que os animo a hacer eso.
Gracias por leerme y gracias por comentar
«No hay nada más bello que lo que nunca he tenido
nada más amado que lo que perdí». Lo dice Serrat en «Lucía».
Los que se tuvieron que ir fuera de Nuestra Pucela, de jovenes, a labrarse el futuro, bién saben que de ciertas son esas palabras.
Gracias por leerme y gracias por comentar
El signo inequívoco de que Valladolid ya no es el que era tuvo su colofón cuando el cafetín puso la terraza. En ese momento supe ya no era la misma.
Una carta muy bonita. Yo no soy pucelano de nacimiento, pero sí me siento de adopción. He vivido 7 años en Valladolid, en mi época de estudiante, y aunque me habría encantado quedarme en la ciudad, he tenido que venir a Madrid para encontrar trabajo.
Es realmente una pena que Valladolid, con lo que podría ser, sea sólamente lo que es.
Valladolid es la que es, gracias a todos los que han decidido marcharse, y los que nos hemos empeñado en quedarnos, hacemos lo que podemos. Valladolid es nuestra ciudad, para los que se van, es su ciudad de vacaciones, nosotros para eso ya nos vamos unos días a la costa.
Orgulloso de ser de Valladolid