Lo que más me entristece del mundo son las discriminaciones a las niñas por el hecho de ser niñas. Relegarlas a “trabajos de niñas”, por ser niñas. A “deportes de niñas”, por ser niñas. El aborto selectivo de niñas por el mero hecho de ser niñas… no se me ocurre algo más perverso ni triste. La ablación de clítoris de vuestro amado mundo musulmán, Gaza incluida. La venta de niñas como esclavas sexuales, incluyendo el matrimonio temprano tan típico de esa misma religión. No en vano, Mahoma se casó con Aisha cuando ella tenía seis años y un día que ya tenía nueve y jugaba en un columpio, decidió que era el momento de tener relaciones sexuales. Su madre la sentó en las piernas del profeta y el resto ya nos lo imaginamos. También la pegó, al menos una vez, según la tradición islámica. A su amada. Genial. (A ver si Femmen tienen cojones de atarse a una mezquita)
El problema no son las mujeres, ni son los hombres. Tengo una hija, una madre, hermanas, tías, primas, he tenido dos abuelas. Tengo amigas, compañeras de trabajo, jefas. No tengo quejas graves ni grandes hacia ellas. De hecho, si hay algo que no soporto es el machismo. El que diga a mi hija cual es su límite, basándose para ello en que es niña y no niño, verá mis puños, y todos saben que soy el hombre más pacífico del mundo. Pero los verá. No puedo soportarlo. El que utilice lo femenino como despectivo (llorar como una mujer, correr como una niña, pegar como una chica, chutar como una nena) tiene mi desprecio eterno. Los que pagan menos a una mujer por el mismo trabajo (y el mismo resultado) deberían estar en la cárcel.
Precisamente por ese motivo, por ese motivo y no por otro, hay que empezar a denunciar su contrario y decir basta a la sumisión del mundo hacia la mujer como si fuera algo totémico, como si fuera algo superior e intocable, Una criatura divina, prácticamente un ángel caído del cielo. Ese es el germen del lenguaje sexista contra el hombre, que es igual de asqueroso que el que se utiliza contra mujeres, con la diferencia de que en este caso no pasa nada y nadie habla de ello. Imagínanse esto: los hombres son mejores jefes, son más sensibles, son más serios, más valientes, aguantan mejor el dolor, qué sería de ellas si tuvieran que parir…; son abnegados padres de familia y hombres trabajadores mientras las mujeres son unas personajes sucias y vagas que se pasan el día en el sofá tomando cerveza y viendo fútbol. Pues al revés es el pan de cada día y nos tenemos que aguantar. Odio a Homer Simpson con todas mis fuerzas y creo que en él se resume todo el mal de nuestro tiempo.
Ya se sabe que si un niño necesita algo, acude a su madre para todo. Si acude a su padre es para preguntar dónde está mamá. Somos inútiles, no sabemos poner lavadoras, ni ninguna tarea doméstica, ni tampoco hacerlas felices. Evidentemente tampoco sabemos follar, somos eyaculadores precoces mientras que ellas son generosísimas máquinas de placer. Una Venus en cada mujer. Torrente en cada hombre, Y ojo con decir que una mujer es culona o tiene celulitis, que vas a la cárcel por tratar a las mujeres como objetos y por denigrar a la mujer. Los hombres, sin embargo, somos por defecto unos seres barrigones con pelos en la nariz y en las orejas, y aquí no pasa nada.
Un matriarcado mola. Un patriarcado es algo machista y violento. Una mujer que va hacia un hombre –con intenciones sexuales- sin mediar palabra es una mujer liberada y moderna. Un hombre que hace lo mismo, es un acosador. En fin, no voy a seguir, porque la lista es interminable y no lo notas hasta que no te toca, porque está socialmente asumido, es gracioso, no es ofensivo y así es la vida. El día de la mujer trabajadora, la publicidad en la que se nos muestra como si fuéramos tontos, débiles, sin coraje, manipulables a través del sexo, obsesos… Un hombre ha de ser buen padre y ganárselo cada día, como los conversos, públicamente. Una madre es buena madre por el mero hecho de existir y puede hacer lo que le salga de las pelotas. Las madres aman más a sus hijos que los padres. Una madre es insustituible (excepto para abortar en cuyo caso una madre puede decidir sin problema y en exclusividad sobre la vida del hijo de ambos y el padre se tiene que limitar a callar y aceptar, como buen asno cobarde). A pesar de que el padre no tiene potestad para decidir acerca de la vida de su hijo, si el niño finalmente nace, evidentemente el hombre tiene una serie de obligaciones, que para muchas expiran en caso de divorcio y se le intentará privar de las mismas con todas las armas posibles, porque en ese caso las obligaciones pasan a ser derechos, y no mola. No voy a hablar de los juicios por custodias porque -salvo honrosas excepciones- estoy seguro de que la culpa de la situación es en muchas ocasiones de los propios hombres (y de los abogados) por mierdas, por cobardes, por acojonados y por no dar batalla siempre y en todo lugar por el derecho de sus hijos. Aún así, y aunque está cambiando muchísimo, la discriminación legal hacia el hombre todavía es bárbara y supone un ataque frontal a los derechos humanos del que en el futuro nos avergonzaremos. Y aquí callamos todos.
Yo me niego, como hombre, a este trato. Y me niego, también como hombre y por el mismo motivo, a ser cómplice de cualquier trato discriminatorio hacia la mujer por motivos de sexo (género tienen sólo las palabras). A ver cuantas mujeres pueden decir lo mismo y, por lo tanto, creer realmente en lo que predican y sentirse iguales y no superiores en derechos al hombre, poniendo fin así a este péndulo histérico de discriminación. Háganlo por sus hijos.
Proclamo.