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Si en una corrida de toros sólo ves la muerte del animal, es una barbaridad. Si lo reducimos a eso, estamos de acuerdo; a mi también me da pena ver a un toro sufrir y de hecho los toreros que matan mal y provocan un dolor y un sufrimiento innecesario al animal se llevan enormes pitadas y todo el desprecio de los aficionados. No conozco a un solo aficionado a los toros que disfrute con la muerte de un toro, no somos unos psicópatas. Pero tampoco conozco a ningún aficionado a las langostas que disfrute viendo como se retuercen al ser sumergidas vivas en agua hirviendo. No conozco a ninguna persona a la que le guste ver los chillidos del cerdo cuando le degüellan, le cuelgan y muere desangrándose poco a poco. A mi no me gusta ver morir toros, ni langostas, ni lechazos, ni moscas. Me produce una enorme pena ver ese último instante, el paso binario del uno al cero, del ser al no ser, la despedida de la vida hacia la incógnita eterna. No me gusta nada, en ningún caso, aunque no todas las despedidas son iguales. Un simio nos genera más empatía que el resto de mamíferos, y a su vez los mamíferos nos producen más empatía que los peces, y los peces que los insectos, porque la empatía funciona por identificación y nos identificamos más con los más parecidos. Compartimos con los simios y con el resto de mamíferos mucho más que con un pez o un escarabajo y, por lo tanto, su muerte nos produce más pena. Del mismo modo, la muerte de un insecto nos produce más pena que la de otro tipo de ser vivo que sea del reino vegetal y no del animal, -un geranio por ejemplo. Y la muerte de una persona más que la de un simio, porque supongo que estaremos todos de acuerdo en que una persona es más importante que un animal. Si esta última premisa no está clara, tienes un grave problema mental y te lo deberías mirar porque eres peligroso. Esto no es debatible. La persona más odiosa del planeta es más importante que cualquier animal. La vida de Pablo Motos, pongamos un ejemplo, vale más que la de tu perro.

Pero pasa una cosa: pasa que el ser humano es un depredador, pasa que el ser humano mata animales. Lo hacemos todos, no solo los que lo hacen físicamente. Yo no he matado un bicho en mi vida, no tengo cojones para ello, me moriría de pena y por eso pago –al igual que tú- a otros para que lo hagan y así poder comerme una merluza, unas lentejas con chorizo, una pechuga de pollo o un sándwich de pavo. Todos y cada uno de nosotros matamos animales; no eres más que yo por poner un precioso torito muriendo en facebook, no te da mas pena que a ti que a mi ese toro vomitando sangre. Ni un solo antitaurino tiene más amor hacia el toro bravo que un taurino, ya vale. Al igual que los cazadores, los aficionados a los toros suelen ser enamorados de los animales, así que no me pongas la fotito de los cojones a no ser que quieras que te ponga yo a ti la de un corderito sacrificado, o la agonía de un cerdo de dos semanas de vida boca abajo. ¿Hasta donde puede llegar tu cinismo?

A todos nos da pena ver morir a un toro pero el toro bravo es un animal que no tiene otra función que morir en la plaza, al igual que otros que tienen la función de morir en el matadero para alimentarnos, para darnos cuero, grasas o lo que sea. Los perros se crían para darte felicidad y compañía, no para comértelos. Cada animal sirve para lo que sirve y los toros de lidia sirven para la lidia. Es un animal que no vale para la agricultura, que no vale para la cría de carne, y cuya crianza es tan sumamente larga y costosa que no es rentable para nada que no sea la lidia. Nadie criaría toros de lidia si no hubiera lidia. Y meter a un toro a un zoo es como meter a Rocky en catequesis. El toro bravo es una animal mitológico, mágico, hay algo atávico en la lidia. El toro bravo ataca al ser humano, tiene instinto asesino y medirse a esa bestia de seiscientos kilos y dos pitones de un metro cada uno con una espada y una muleta no es lo mismo que matar a un animal doméstico e inofensivo de una descarga fría y terrible. Los toros son agresivos y si pueden te matan, porque ese precisamente es su misterio, que un hervíboro tenga instinto asesino y genere endorfinas en la faena. Por cierto, que el toro tampoco te va a comer a ti si te mata.

No voy a entrar hoy en si los toros son o no son arte o cultura porque si no te gusta, no te gusta y punto. No te voy a convencer de lo contrario, primero porque es imposible y segundo porque me da exactamente igual que te guste y seas capaz de entender o no el arte que hay –en mi opinión- en la tauromaquia. En mi opinión y en la de asesinos analfabetos como Goya, Picasso, Alberti, Lorca, Hemingway, Dalí, Orson Welles, Ortega y Gasset, Buñuel, Miró, Calamaro, Sabina, Serrat y un inacabable etcétera. Si no te gusta, no te gusta. Esto se siente o no se siente y es imposible para mi explicarte lo que siento cuando veo ligar una buena faena a Morante de la Puebla, del mismo modo que para ti será imposible explicarme por qué amas a tu mujer y lo especial que la encuentras. Es una cuestión de sentimientos y no se pueden explicar.

Comprendo que no te guste, comprendo que no lo consideres un arte, comprendo que te de mucha pena ver morir a un toro, comprendo que solo veas a un ridículo hombrecillo vestido de payaso haciendo putadas a un animal. Lo comprendo todo. Pero te pido una cosa: no te olvides nunca de que cada vez que me llamas asesino a mi por sufragarlo, te llamas asesino a ti por entrar en una carnicería. Y que cada vez que yo lo sufrago no llevo a los toros a la muerte sino que permito que se sigan criando toros que de otra manera jamás nacerían. Y que cada vez que tú luchas contra las corridas de toros, luchas sin saberlo por la extinción de esta especie. Los toros no son alegres animalillos que pastan libres y luego llegan unos señores a matarles. Es justo al reves. Si no hubiera lidia no habría toros pastando durante toda su vida (vida por cierto que ya querría yo para mi).

Entiendo que tu puritanismo y tu blancura nuclear vea en mí a un asesino oscuro manchado de sangre, sediento de muerte, pero no te olvides que eres un ser humano, formas parte de la humanidad, de toda la humanidad, y estás tan manchado de sangre y de muerte como yo, aunque no la quieras ver. La vida y la muerte, son tu patria. Y la luz y la sombra, y el animal y la persona, lo masculino, lo femenino, la arena, el tendido, el triunfo y el fracaso, la alegría y la tristeza. Prohíbe si quieres los toros pero jamás podrás prohibir el instinto del toro ni el del torero. Ni mi capacidad para emocionarme cuando vea a uno enfrente del otro.

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